Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Tengo que reconocer que llevo un buen tiempo desilusionado con el futbol local porque el mismo es parte del mafioso sistema que nos rige como país y que se traduce en que no invertimos en las fuerzas básicas, exactamente igual como tampoco invertimos para que nuestros niños sean sanos y se eduquen. El futbol, como el país, ha estado en manos de personas que buscan satisfacer sus intereses. Punto.

Después del triunfo ante Estados Unidos la euforia de la afición está al máximo, pero el camino para alcanzar la hexagonal, si bien aún es posible, no es sencillo porque la clasificación pasa por sacar buenos resultados en Estados Unidos y en Trinidad y Tobago.

Y sabiendo como ocurren las cosas en Guatemala y que con una derrota la euforia se esfuma, vale la pena decir que pase lo que pase en las eliminatorias no se debería perder el empuje para que las cosas cambien, tanto en el futbol como en el país. Clasifique o no la Selección a la hexagonal, debemos luchar por transparentar la manera en que se dan las cosas en el futbol y en toda Guatemala.

El país tiene mucho potencial en todo, pero hemos tenido la harta capacidad de que unos pocos se paseen en la mayoría; unos cuantos mafiosos opacan a miles, millones de personas esforzadas, luchadoras, honradas y patriotas.

Walter Claverí nos cuesta mucho menos que los entrenadores que fueron contratados por una de las tantas mafias que han dirigido el futbol y sin embargo, logró motivar a sus jugadores para que creyeran en ellos mismos y así lograr algo que desde hace más de dos décadas no se conseguía.

Si usted quiere un país con mejor educación, con mejor sistema de salud, con menos corrupción, menos impunidad, más inversión en la gente y con más capacidad para generar oportunidades en todos los ámbitos (incluyendo el deportivo), su lucha debe ser porque se reformen las reglas del juego.

Mientras sigan igual las reglas, las alegrías serán efímeras e insostenibles porque por cada “victoria” ciudadana, hay muchas derrotas y la relación debe ser al revés. Guatemala debe revolucionar su sistema de futbol, como lo debe hacer con su sistema educativo, de salud, de justicia, de compras, de fiscalización, de elecciones y financiamiento electoral, entre muchos otros.

Jimmy Morales dijo el viernes en el camerino que él sabe lo que duele el maltrato, pero que tenemos mucho conflicto con nosotros mismos y que cuando en Guatemala reconozcamos a la gente grande, vamos a cambiar; ese pensamiento justamente nos explica por qué no cambiamos.

El problema radica en que mucha gente, empezando por él, no se atreven a decir que Guatemala cambiará el día que tengamos una revolución en nuestras instituciones y en la forma en que debemos ejercer nuestra ciudadanía y por esa falta de entereza para decirlo, es que preferimos quedarnos en las ramas sin entrarle al problema.

La victoria del viernes no puede ser como las remesas, es decir, una excusa para vendarnos los ojos y no entrarle al problema. Las remesas nos sirven para mantener una economía de mentiras y el triunfo ante Estados Unidos no nos puede servir para seguir manteniendo los vicios de algo que puede funcionar si lo liberamos de tanta mafia.

El país, como el futbol, para tener éxito debe cambiar el sistema y cambiar las reglas para evitar tanto mañoso.

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