Francisco Cáceres Barrios
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Muchos guatemaltecos nos sentimos satisfechos cuando las investigaciones de la CICIG producen la captura de más de una docena de implicados en la compraventa por casi Q138 millones de 93 mil litros de agua salada que, según los pícaros más audaces de nuestra historia, servirían para limpiar el desagüe más grande (aparte del basurero de la zona tres) con desechos de toda especie, otrora llamado lago de Amatitlán. Más tarde que temprano se empieza hacer justicia, es el comentario generalizado, sin embargo, pregunto sinceramente ¿la gran mayoría de la población se siente satisfecha por los pírricos avances de nuestra Señora Justicia?

Yo opino que no. Que son tantos los delitos que acaparan los titulares y demás espacios de los medios de comunicación, que ahora más que nunca, vivimos con la camisa levantada. ¿Es que el aviso del Ministerio Público de que hasta el 19 de febrero de este año se habían recibido 739 denuncias de extorsión, de las cuales la mayoría se siguen planificando en las cárceles del país no le paran el pelo a cualquiera? Y ¿qué me dicen del “supuesto” delincuente Joel Siguantay Gómez, de 19 años de edad, que lo dejó libre un juez, a pesar de haber sido capturado con una motocicleta robada y con varios teléfonos celulares que no eran de él, pero que en menos de 24 horas después fuera capturado junto a dos jóvenes por haberle dado muerte a un hombre en la zona dos de la ciudad capital?

Aquí, no valen ni un len los reclamos del Colegio de Abogados; aquí, a los jueces les vienen flojos los reclamos de la prensa, de la ciudadanía y hasta de la misma CICIG; aquí, desde jueces hasta los entacuchados magistrados pueden sentenciar delitos que jamás existieron, como pueden declarar inocentes a quienes a mansalva matan a un profesional, a un obrero, a un deportista o a un vendedor de marihuana y que para su leal saber o entender vale más decir aquí empezó a correr, que aquí cayó muerto. De esa cuenta, le doy la razón a don Marvin cuando opina que hay que quitarles el antejuicio a los jueces; tiene todo el derecho a comentar doña Priscila que en Guatemala las leyes no cambian, que están hechas para los delincuentes, como también le cabe toda la razón a doña María Elena preguntar ¿es que los jueces están al servicio de los delincuentes? Por ello aseguro que cuando la Señora Justicia hace algo bueno con la mano, no tarda ni un minuto para que lo borre con el codo y como bien se dice en el caló popular ¿no hay derecho verdá usté?

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