María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

En las últimas semanas, el debate alrededor de la Ley de la Juventud y sus implicaciones se ha extendido a diversos sectores del país. Se ha perdido una visión holística de la misma y la discusión se ha centrado en el abordaje de la educación sexual integral a pesar de que la ley no se limita a este tema. Por un lado, la mayoría de organizaciones de jóvenes se han decantado a favor de las enmiendas que se pretenden implementar, mientras que los sectores más conservadores al igual que las iglesias se han opuesto férreamente al avance de las mismas.

Llama la atención cómo se ha pretendido enfrentar a la sexualidad con la moral como si la sexualidad pudiera ser desvinculada del propio ser humano. Esta se encuentra intrínseca en nuestra humanidad, realidad de la que no podemos desprendernos y que significa una parte fundamental de nosotros mismos, por lo que pretender hacerla ajena a la moralidad resultaría absurdo.

Nací en el seno de una familia católica y tras hacerme consciente del mundo y de mi misma opté por conservar esa fe y practicarla en la medida en que mi imperfección me lo permitiera. No obstante, no puedo dejar de señalar lo que a mi criterio se convierte en diversas falencias de la Iglesia y que al día de hoy significan una limitante para el avance de la sociedad sin que esto disminuya mi amor por la Iglesia Católica y su doctrina.

Existen una serie de argumentos en los que se han respaldado distintos sectores, no únicamente las iglesias, para oponerse a la educación sexual integral. Entre estos, se encuentra por ejemplo, que la mayoría de métodos anticonceptivos son abortivos, lo cual es una falacia. Aunque no se puede negar que cada vez son más utilizados métodos como la «pastilla del día siguiente» muchos de los métodos, como la mayoría de hormonales funcionan inhibiendo la ovulación por lo que la fecundación no se puede llevar a cabo. Los métodos de barrera, por otra parte (el preservativo masculino y el diafragma femenino) impiden el contacto de las células reproductoras por lo que, de nuevo, el óvulo nunca es fecundado.

Tema aparte sería la discusión sobre la legalización del aborto, acto que desde cualquier perspectiva es inhumano y horrendo, reduciendo a quien lo practica y a sus cómplices a viles asesinos.

Según el comunicado de la Conferencia Episcopal, el tema de las enmiendas a la Ley de la Juventud debiese ser postergado debido a que hay temas más importantes por solventar en la actualidad, tal el caso de la pobreza extrema, desnutrición, seguridad, entre otras. En realidad, al tratar con la urgencia que amerita el tema específico del ejercicio de la sexualidad responsable, se está incidiendo directamente sobre los temas que la Conferencia menciona al igual que sobre otros con la misma importancia.

Estudié en un colegio católico, de monjas específicamente, en el que con apertura y libertad se tocaban temas de sexo, anticonceptivos, enfermedades de transmisión sexual e incluso recuerdo haber tenido un módulo de catequesis en el que se abordaban temas como la masturbación, la pornografía y muchos otros temas que para la mayoría de padres resultarían incómodos de afrontar. Cuando llegué a la universidad, católica también, tuve que decidir por un «curso optativo de persona» entre los cuales se encontraba el denominado «sexualidad humana», cuya temática abarcaba desde el funcionamiento de los aparatos reproductores masculino y femenino hasta las relaciones sexuales en sus diversas formas no sin pasar por la entrega de preservativos a los estudiantes que durante las clases respondían correctamente a las preguntas de la médica, quien impartía las clases.

Desconozco si en otros establecimientos educativos de denominación religiosa se lleven a cabo las mismas prácticas, sin embargo, en la actualidad resultaría irresponsable no hacerlo. Si incluso dentro de instituciones religiosas, como en las que me eduqué, se abordan estos temas que las iglesias quieren anular, es impensable que se pretenda que en el resto de establecimientos, laicos en su mayoría, se hagan de la vista gorda en esta temática tan relevante.

La educación en la sexualidad humana es menester para la formación del ser humano integral. El pretender evadir su abordaje trae una serie de consecuencias que día con día se sufren en Guatemala. La pobreza, la violencia, el hambre, el subdesarrollo, entre otras, son secuelas de ignorar el tema. La moral no es afectada por lo que un establecimiento educativo, público o privado, pueda transmitir a los jóvenes, sino por los principios aprendidos en casa. Partiendo de esa premisa, a usted y a mí no debe preocuparnos que se brinde una educación sexual integral o si promueve o no el libertinaje, deberíamos centrarnos en cambio en la educación que como padres, tíos, hermanos mayores, etc. damos a los más jóvenes. Este es un tema impostergable y el resto de los tratados en la Ley también lo es. La evaluación y discusión de esta deben hacerse a consciencia y los resultados implementarse cuanto antes por el bien del desarrollo del país.

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