Martín Banús
marbanlahora@gmail.com

¡El Estado a cargo de la educación sexual y reproductiva en los estudiantes del país! Así se resume el alarido que han puesto en el cielo muchas personas e instituciones, incluyendo a las iglesias. Hagamos aquí, una primera observación: Cuando dicen «Estado», en realidad debemos entender que se refieren al gobierno de turno, pero en nombre del Estado, porque, -ya lo hemos señalado varias veces-, el Estado somos tanto gobernados como gobernantes, incluyendo sus bienes y activos. Parece una nimiedad aclararlo, pero la verdad es que, hay que recordarlo para que tengamos claro de qué se trata, y es que, cuando se habla de gobierno a todos nos viene un hedor a rayos, por no decir otra cosa.

Desde nuestra perspectiva la iniciativa 3896 de la Ley de la Juventud, no sólo se comprende sino que se aplaude, porque denota, al menos, interés por la educación de las futuras generaciones, tanto en lo sexual como en su salud reproductiva. Sin embargo dicha iniciativa, creemos nosotros, no la anunciaron ni la promovieron adecuadamente y el efecto no ha sido, precisamente, el mejor.

Aunque comprendemos que guardamos marcados rasgos cachurecos en nuestra sociedad, sobre todo los citadinos, no terminamos de entender por qué algunas personas, aberrantemente, meten a la iglesia cuando se trata de asuntos relativos al sexo, cuando en realidad nada tienen que aportar en ese sentido, por lo menos hasta que se aclaren todos los hechos de pedofilia y violación de menores que pesan en su contra. ¿A cuenta de qué los religiosos a cargo de la educación sexual? ¿Desde cuándo monjas y curas son expertos en un tema tan práctico como ese?

También nos parece justo señalar, a favor de la iniciativa mencionada, que si bien en los países más adelantados del mundo, la educación sexual, al menos la básica, está presente en la escuela para los grados avanzados, o sea, a los que aquí llamaríamos del diversificado, lo cierto es que en aquellos países, se designan para esa noble labor, a «profesores(as)» seleccionados y especializados en ese campo, y no a simples maestros que en lo académico, casi están a la misma altura que los educandos que pretenderían educar. ¡Por favor ubiquémonos! He ahí, entre otras cosas, la lamentable incapacidad negociadora y constrictiva del Mineduc en los gobiernos anteriores, que no han podido imponerse con las razones y los incentivos necesarios, al importantísimo sindicato de maestros, por cierto, tan nefastamente liderado.

Creemos que la educación sexual y reproductiva de los estudiantes de escuelas y colegios, ya no debe quedar sólo en manos de los padres de familia, tíos o padrinos, etc. No olvidemos que se trata mayoritariamente, y en el mejor de los casos, de familias con una formación académica muy desactualizada, cuando no inexistente formación académica. Eso es como pedirle cocos al palo de jocotes. ¡No seamos ingenuos! ¡Estamos ante un tema de vital importancia para el país!

Tampoco puede delegarse toda la responsabilidad a un Mineduc, que nunca ha sido capaz ni siquiera de completar los programas de las demás materias y cuyos rendimientos académicos, -está más que probado-, incumplen en, forma, fondo, contenido y tiempo.

Resumiendo: La educación reproductiva y sexual de las futuras generaciones es, -más que necesaria-, imprescindible en un país en el que evidentemente el control natal a través del «ritmo», simplemente valió madre, aparte de que los embarazos no deseados son la mayoría. ¡A las pruebas nos remitimos!

Ciertamente, el Estado tampoco puede seguirse desentendiendo más, de esa importantísima parte en la formación integral del individuo, misma que los padres, a su vez, (así ha sido siempre y no nos ha ido nada bien), o no la abordan, o no la abordan correcta y oportunamente, simplemente porque los padres de familia tampoco la recibieron y han ido aprendiendo a como Dios les da a entender o sea, más mal que bien.

Dijimos también que debemos olvidarnos de las religiones, pues más claro no canta un gallo: Además de que la educación del país es laica, los religiosos no sólo no son ninguna garantía, sino todo lo contrario, aun y con todas las extraordinarias excepciones que hay. Que prediquen el Evangelio y que dejen la educación sexual a quienes saben de eso.

Desde esta tribuna proponemos que se imprima un folletito con todos los contenidos, gráficos y esquemas, que expertos en el tema consideren necesarios y oportunos; incluso una amplia sección de preguntas y respuestas incluidas. Lo más importante es que dicho folleto contemple la realidad del país, incluyendo las dramáticas consecuencias de nuestra excesiva demografía (paupérrimos procreando más paupérrimos), y obviamente también tomando en cuenta nuestra característica multicultural y multilingüe.

Sugeriríamos se presentara una prueba a manera de examen, para hacer que los estudiantes, cada uno a su manera y en su tiempo, estudien el folleto hasta que lo aprueben. El folleto que se lo queden y lo guarden, dando oportunidad para que alguien más lo lea y lo aproveche, quizás los mismos padres.

Consideramos que ningún padre de familia, al menos ninguno con dos dedos de frente, podría ver con buenos ojos que a su hija adolescente, la instruyan sobre su salud reproductiva y sexual, maestros del sistema educativo nacional. ¡Van a disculpar! Nos falta mucho para eso.

Quizás cuando los mismos maestros, a quienes, -dicho sea de paso-, respeto y admiro particularmente por su función, acepten que el país los necesita urgentemente con estudios superiores (universitarios) de profesorado, quizás entonces estén preparados para esa función, pero no antes.

El Magisterio tal como lo conocemos, está agonizando, y el país con él.

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