Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Taiwán ha sido uno de los mayores corruptores en nuestra región sobornando presidentes a diestra y siniestra, literalmente hablando, y no digamos a comunicadores sociales que defienden a capa y espada la asquerosa actitud de quienes tiran dinero a manos llenas para preservar su estatus en las relaciones diplomáticas. En Guatemala, Costa Rica y El Salvador se ha probado la existencia de cheques extendidos por Taiwán a título personal a favor de presidentes electos o en ejercicio en esos países y todavía los embajadores, igualmente sinvergüenzas, justifican su existencia diciendo que eran aportes para los Estados y no para los mandatarios, como si no supiéramos todos que un aporte oficial se hace mediante medios de pago girados a nombre del propio Estado.
Pero lo peor de todo es la doble moral que hay en nuestro país, donde los mismos que se solazaron con la prisión a que fue condenado Alfonso Portillo por los famosos cheques de Taiwán, única razón probada para justificar su persecución penal, ahora se rasgan las vestiduras diciendo que la injusticia cometida en El Salvador por investigar el mismo delito en el caso de Francisco Flores fue la causa de la muerte de ese político cuya viveza no se puede negar ni ocultar. Tanto que en su caso los cheques fueron por cantidades diez veces más grandes.
Y es lo de siempre. Lo que hace un enemigo es digno de la peor de las condenas, del castigo más severo y del mayor desprecio público. En cambio, si lo mismo hace alguien amigo, alguien con quien se comparten ideas o causas, siempre encontramos la excusa, el pretexto para justificar lo injustificable.
Tenemos que ser coherentes y si Portillo fue repudiado por haber recibido los cheques de Taiwán, aunque aquí pocos hayan sido los que también condenaron a Taiwán por sus prácticas corruptas, lo mismo tenemos que pensar de los otros gobernantes de la región que recibieron también esos cheques emitidos a título personal a favor de cada uno de ellos. Y es más, debiéramos de pensar lo mismo de aquellos otros presidentes cuyos casos no han sido siquiera investigados, porque los chinos vienen incurriendo en la misma sucia práctica desde hace muchos años. Posiblemente las cantidades cambien, pero el pecado es el mismo y seguramente que, como con Flores, ciertos otros presidentes de Guatemala también recibieron cifras más altas a cambio de su compromiso de no cambiar el estatus de las relaciones entre nuestro país y las dos Chinas.
Es impresionante la doble moral que existe y que se impone al elemental sentido de vergüenza que habría necesidad de mostrar cuando se intenta justificar lo injustificable. Nadie puede alegrarse de la prematura muerte del expresidente Francisco Flores de El Salvador, pero tampoco puede aceptarse que por ese hecho se condene al sistema judicial del vecino país que investigaba lo mismo que aquí aplaudieron cuando se abrió la causa contra Alfonso Portillo. Repito que lo peor es la desfachatez que se tiene para aceptar que con quienes se comparte ideología se apaña todo, en tanto que con el adversario se actúa con la mayor severidad.