Grecia Aguilera

La Organización de las Naciones Unidas en Asamblea General del 1 de noviembre de 2005 decidió declarar cada 27 de enero “Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto” porque ese día en 1945, los soldados soviéticos liberaron a las personas que permanecían en el terrible cautiverio del campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, Polonia. Para este año 2016 se eligió el tema “El Holocausto y la Dignidad Humana”. El Secretario General de la ONU Ban Ki-moon, cuando se refirió a las actividades de recordación y educación sobre el tema expresó: “El Holocausto fue un crimen de proporciones colosales y nadie puede negar la evidencia de que ocurrió. Todos los años recordamos a las víctimas y honramos el coraje de los supervivientes y de quienes los ayudaron y liberaron, reiterando así nuestra determinación de evitar que se repitan esas atrocidades y rechazar la odiosa mentalidad que las hace posibles. De las tinieblas del Holocausto y las crueldades de la Segunda Guerra Mundial surgieron las Naciones Unidas para reafirmar la Fe en la dignidad y el valor de cada persona y defender los derechos de todos los seres humanos a vivir en condiciones de igualdad y sin discriminación.” En 1953 el “Knesset”, Parlamento israelí, creó el título de “Justo entre las Naciones”. Dicha distinción comenzó a otorgarse desde 1963 por medio del “Yad Vashem”, institución creada para honrar a los héroes del Holocausto, que durante y después de la Segunda Guerra Mundial arriesgaron su vida y pusieron en peligro su seguridad y libertad individual, actuando de manera altruista por salvar, auxiliar y defender a los judíos refugiados y evitar que fueran conducidos a un campo de concentración o librarlos de la muerte, sabiendo la persona benefactora y compasiva que auxiliar a un judío aún sin busca de recompensa o compensación alguna, era penado como crimen por las autoridades nazis. A las personas que reciben el título de “Justo entre las Naciones” también se les confiere la “Medalla de los Justos” que tiene inscrito el siguiente enunciado: “Quien salva una vida salva al Universo entero”. En 1989 el Estado de Israel le otorgó el título de “Justo entre las Naciones” al italiano Giorgio Perlasca (1910-1992), quien como veterano de la Guerra Civil Española se refugió en la sede de la Embajada de España en Budapest, cuando los nazis ocuparon Hungría en marzo de 1944. Cuando Perlasca se enteró que el Embajador de España Ángel Sanz-Briz ayudaba a escapar a los judíos de forma ilegal para salvarles la vida, decidió apoyarlo plenamente. A finales de noviembre de 1944, el Embajador Sanz-Briz fue trasladado a Suiza, entonces el Gobierno húngaro ordenó que se evacuara el edificio de la Embajada española en donde se encontraban los refugiados judíos. En ese momento Giorgio Perlasca se dirigió a los soldados húngaros diciéndoles que el Embajador español regresaría pronto y que lo había nombrado Cónsul de España. Perlasca, quien salvó la vida de más de cinco mil judíos, continuó otorgando los salvoconductos que Sanz-Briz les facilitaba a los refugiados, basados estos en la ley de derecho a la ciudadanía española y aprobados en 1924 para los judíos de origen sefardí. Giorgio Perlasca logró huir de Budapest cuando los soviéticos invadieron la ciudad y mantuvo su gran aventura en secreto durante 30 años, hasta que un grupo de personas de la Comunidad Judía-Húngara lo encontró para agradecerle que había salvado sus vidas. Así en la entrada del “Paseo de los Justos” en la Ciudad de Jerusalén se lee el pasaje bíblico que manifiesta: “Yo les daré lugar en mi Casa, y dentro de mis muros un monumento y un nombre más valioso que el de los hijos y las hijas: un nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá.”

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