Ana Amelia Ortiz Hernández
Muy buenas noches don Clemente, en buen chapín y con todo respeto. Soy lectora cotidiana de sus artículos y comentarios, y siempre he sentido admiración por su altruismo demostrado en nuestra cuestionada realidad social.
El artículo fue referente a los maestros, los queridos maestros, que de una u otra forma dejamos una huella en el corazón de cada niño o niña que acompañamos en su crecimiento físico e intelectual.
Quiero contarle que me gradué en el año 1983 y logré una plaza 011 en la docencia en el año 1995,… un largo período de espera, fue muy difícil encontrar alguien que me ayudara a conseguirla, porque esa es la expresión, «encontrar alguien que pudiera ayudar», increíble, recuerdo que conseguí un sinfín de números de partidas vacantes, pero todas se me eran vedadas, la razón no sé.
Cuando entré a trabajar ganaba Q980.00 en clase A, como los años en el intervalo de tiempo los trabajé en un colegio, logré en dos años de trabajo arreglar mi escalafón, y ascender de clase, así mi salario mejoró, ¡Gracias a Dios! Cuando don Álvaro Arzú fue presidente, nos aumentó Q200.00 cada año, logrando mejorar el salario base y por ende el escalafón subía el salario devengado. Hoy después de 21 años de estar ejerciendo la docencia en una escuela del municipio de San Miguel Petapa, ya en clase F, puedo decirle que nuestro salario, que ha mejorado, no en comparación con el costo de la vida, el tipo de cambio en relación al dólar, y el costo de la canasta básica y vivienda que se vive en nuestro país. Un maestro o una maestra aún no podemos sentirnos con una economía holgada con el salario recibido.
Yo estoy sindicalizada, y me siento orgullosa de ello, se lo comparto, porque, a través del sindicato nos hemos hecho escuchar, existimos en esta sociedad, donde el maestro era olvidado, a veces las duras críticas son bien merecidas, porque no somos un gremio unido, somos muy pocos los que hemos participado en las gestas de petición y permítame exponerle que cuando a mi escuela llegan los libros de textos, se recibe el desembolso de alimentación, la valija didáctica, los útiles escolares… me siento satisfecha porque nosotros hemos contribuido para ello, saliendo a las calles, pitando gorgoritos, gritando, durmiendo en las calles, porque NOS OBLIGARON A ELLO, no fue la mejor lección aprendida, pero era la forma en que le hicieran caso a la educación, y se logró. Los maestros no tenemos la libertad, ni el medio económico, para pagar campos pagados, un programa en la TV, ni mucho menos organizar foros, la misma sociedad, aún sirviéndose de nosotros no NOS RECONOCE, de allí que el maestro no tenga el lugar que le corresponde dentro de la sociedad.
No se imagina usted, cuan significativo es pertenecer a ese grupo que lleva y tiene la responsabilidad del cambio. Yo no le pertenezco a Joviel, tengo mi criterio, y déjeme contarle que estamos muy bien organizados, recuerde somos maestros, todos aquellos maestros consecuentes y conscientes, no aquel que se hizo la idea que su escuela es un colegio, que se cree que forma parte de los empresarios de la educación, nosotros emprendedores en nuestra comunidad, somos maestros que no trabajamos solo por el salario, el que era justo mejorar, porque aún seguimos siendo discriminados en comparación a otros gremios, por ejemplo con los empleados del Congreso. Nosotros no hemos empobrecido al Mineduc, ni al Estado de Guatemala con el Pacto Colectivo, al contrario hemos afirmado que si existen las leyes deben de respetarse y cumplirse, y ante todo siempre hemos manifestado por la transparencia y juzgue usted, el tiempo nos ha dado la razón.
Claro que como en todo tiempo y época, reconocer nuestras debilidades y aceptar nuestras deficiencias nos cuesta, por ello me permito escribirle para expresarle que en algún artículo nos proyecte con una descripción real, visite las escuelas, vea las realidades, antes mandaban 12 libros para un salón de 40 estudiantes… ¡eso no podía seguir así!
Agradezco su atención y por último, yo asistía a los Congresos de Lecto-Escritura y a los talleres que dirigía la licenciada Lucrecia Palomo, y lo hacíamos con nuestro propio esfuerzo, no teníamos apoyo, y eso que eran oportunidades para que nos capacitaran, bueno, no que nos capacitaran, porque no somos discapacitados, sino que nos encaminaran a mejorar la calidad educativa.
¡Guatemala es un bello país, grande, como ninguno!