Juan José Narciso Chúa

No se puede negar que el año 2015 fue particularmente importante para todos en este país, es prácticamente imposible que haya pasado sin ninguna trascendencia para todos nosotros los ciudadanos de este pequeño país, cuando la situación política nos llevó a la plaza central a manifestarnos durante varias semanas buscando cambios profundos en la estructura política del país, impulsados por el descubrimiento de una red criminal de defraudación tributaria que estaba liderada por la propia cúpula de gobierno.

El descubrimiento y posterior desarticulación de esta auténtica mafia criminal llevada a cabo con precisión y profesionalismo, tanto por la CICIG como por el MP, produjo un despertar ciudadano inusitado e inédito en la historia política del país, cuando llevados por la indignación nos provocó unirnos en una sola expresión de malestar pidiendo cambios en la forma de conducción del país, así como a un rechazo contundente contra la clase política tradicional.

Más allá de las manifestaciones que fueron expresiones masivas de una ciudadanía comprometida con su país, el pueblo se expresó por medio de una masiva asistencia a las urnas para rechazar a políticos y políticas que se estimó representaban lo tradicional, más de lo mismo. Ello concluyó en una elección que llevó a la Presidencia a un candidato desconocido que representaba romper con la continuidad de políticos farsantes, así como abrigaba la posibilidad de una nueva conducción. Hoy todavía se tiene dicha esperanza, aunque en el proceso la imagen del nuevo gobernante ha venido deteriorándose poco a poco.

Aun así, el año 2015 fue, sin duda, el año de la ciudadanía, el pueblo se mostró como nunca lo había hecho, con fuerza, con indignación, con molestia y con hidalguía, ajena a las posturas políticas, fuera de conducciones previas, no se permitieron discursos, ni líderes, sino fue una muestra auténtica de malestar, de reconocerse a sí mismo como el auténtico soberano, se pudo comprender que el poder del pueblo es mucho más potente y trascendental que la postura de falsos líderes o de discursos vacíos que ha sido la constante de gobernantes y funcionarios durante estos treinta años de democracia.

Cerrando el año 2015, que fue el año de la ciudadanía, se espera un 2016 en donde nuevamente el pueblo sea protagonista directo, ya no más observador pasivo, ya nunca más ciudadano inactivo, ya no más pueblo indiferente. El nuevo régimen se abre a un nuevo desafío político con un Estado maltrecho e infiltrado por auténticas redes del crimen y de la corrupción, el nuevo régimen también debe buscar traducir el malestar ciudadano en propuesta política distinta, incluyente, de fondo, de transformación.

Lastimosamente, otra vez, tendremos un gobierno de transición, un hecho que se ha convertido en constante con diferentes regímenes democráticos, por diferentes circunstancias (Cerezo, primer gobierno civil; De León Carpio, por el rompimiento institucional; Arzú para profundizar la democracia; Portillo para constituir la paz; Berger, para supuestamente recomponer lo actuado por Portillo y hoy Morales para reconducir la democracia en el marco de una democracia activa y ávida de cambios y transformaciones.

La democracia demanda reconocer que se necesitan cambios de profundidad, no propuestas cosméticas y poco duraderas, se debe buscar el bienestar de la sociedad en sus distintas facetas –paz social, no criminalidad, educación, salud, seguridad social-, se debe abrir el sistema económico para hacerlo competitivo, se debe insertar al país en el marco de las relaciones internacionales, se debe crear bases para la inversión nacional y extranjera, pero principalmente se debe buscar abatir la enorme desigualdad social existente en el país, que la Encovi mostró con todo su dolor.

Un feliz año 2015 para todos, un mejor 2016 para la ciudadanía comprometida.

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