Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa.”
Demócrates

La sociedad en general, dio pasos excepcionalmente grandes, cuando se decidió tomar las calles pacíficamente, con el objetivo de hacer valer varios derechos fundamentales, tales como el de manifestación, pero principalmente el de Dignidad, y esos dos derechos se hicieron latentes en las calles sábado con sábado, porque precisamente la falta de moral evidente de algunos funcionarios públicos, dieron al traste con la paciencia de una población, que parecía sumisa, pero que evidentemente, estaba forjada con sangre y acero.

Las calles, fueron el escenario improvisado, de un estallido inimaginable, de exigir a la clase gobernante respuestas de sus actos conocidos o no, mediante los medios de comunicación social y las redes sociales, pero, fue precisamente en ese caminar, buscando respuestas a su indignación que la moral se encontró con la política, desde dos matices de la misma, la gobernante y la que se apoyó en esas manifestaciones espontáneas, para surgir o resurgir.

Hemos de tomar en cuenta, que la moral y la política no necesariamente se encuentran divorciadas, más aún deben encontrarse entrelazadas para que un sistema funcione, ya que la primera debe ser pieza fundamental de la segunda, el resultado, de que este dúo funcione es un Estado justo y equitativo, que no necesariamente debe ser regalar a la población comida, la piedra fundamental es enseñarle, educarle, y proporcionarle salud y los medios, que él hará lo demás.

Pero regresando al fenómeno vivido en el país, en el que por medio de la presión social pacífica, se lograron resultados nunca pensados, como las renuncias, y denuncias tanto del expresidente como exvicepresidenta del país por corrupción, además de “descubrir” tantos casos que no se cuentan con los dedos de las manos, ya que faltan dedos, algo vivido por primera vez en la nación y un caso emblemático en la sociedad global.

Pero esa reserva moral, que dio origen a todo un movimiento social pacífico, debe mantenerse, hoy más que nunca, con un solo líder a la cabeza: La población, para velar porque se sigan despapando las cloacas y evitar que se formen nuevas, o resurjan otras tan viejas como la historia de nuestra sociedad, aún antes de la independencia.
La población, debe mantener esa autoridad de indignación pacífica, de la que hizo gala por primera vez este año, las calles no deben quedar vacías, porque los casos de corrupción no paran de salir a luz pública, pero ante todo, si ya se encontró como medida de corrección, debemos utilizarla también como medida de prevención, lo que es lo mismo, tanto para los que ya pasaron por la administración pública, para los que están, y para los que están por llegar, lo que es lo mismo, no permitir que la política siga divorciada de la moral, porque el resultado es más que evidente.

La moral como una forma de vida, no es la hipocresía dibujada en algunos sectores, tampoco lo es la apariencia, la moral es que exista concordancia entre lo que se dice, lo que se hace y lo que no se hace, debemos recordar que la mima no es solamente acción, lo es también omisión.

Por todo lo anteriormente expuesto, como población tenemos materias pendientes, y las mismas no se encuentran solamente en las páginas de los medios de comunicación social tradicionales, en las redes sociales y en los medios digitales, se encuentran en el corazón de una sociedad: su población, de ahí, que la tarea relacionada con las reservas morales aún se encuentra en pañales, y es tarea de todos los ciudadanos, ayudarla a gatear, caminar, correr y llegar a su objetivo, y este es: La moral y la política deben estar unidas con lazos indestructibles, para forjar un mañana, que está acá, mejor, y esa es labor de todos y cada uno, por eso el mejor escenario para cumplir con la misma, son las calles.

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