El escándalo de los dirigentes del futbol de Guatemala tiene que servir para que se ponga especial interés en analizar el papel de muchos de los dirigentes deportivos que en nuestro país se han beneficiado por la falta de mecanismos de fiscalización que permiten el uso y abuso de los recursos públicos sin que exista la adecuada rendición de cuentas.
Se puede pensar que el futbol constituye un caso paradigmático porque se trata de la federación que más recursos maneja y la que menos resultados ofrece toda vez que mientras todo el mundo avanza en el desarrollo de ese deporte, nosotros no sólo nos estancamos por muchos años sino que hemos retrocedido hasta convertirnos en una especie de cenicienta en Centroamérica, región que no se distingue precisamente por ser una de las mejores del mundo, pero en donde hasta países como Nicaragua y Panamá, que fueron reconocidos como beisboleros por muchos años, nos han rebasado junto con Belice en una situación que no tiene más responsables que quienes se hicieron cargo de la dirección federativa sin aportarle nada al país pero exprimiendo todos sus recursos.
Hay federaciones que han mejorado a lo largo de los últimos años y cuyos dirigentes han invertido los recursos al punto de que en algunas disciplinas estamos en mejor condición competitiva gracias a la formación de atletas y el desarrollo de programas eficientes, pero indudablemente no son todas las federaciones las que se pueden reconocer como eficientes y sigue siendo realidad que el deporte se convierte en un campo muy atractivo para quienes quieren sacar provecho de la generalizada corrupción que existe en el país.
En el caso del futbol uno de los grandes factores para alentar la impunidad era la interferencia de la misma FIFA que impedía que las autoridades nacionales pudieran realizar investigaciones y hasta tomar acciones correctivas para sancionar a los sinvergüenzas, por lo que hizo falta que un gran poder, superior a la misma FIFA, se hiciera cargo del problema para empezar a enderezar las cosas y poner a los largos en su lugar.
Ahora mismo nuestras autoridades poco o nada pueden hacer por los temas internos de corrupción, más que entregar a los sindicados, que no son ni por asomo todos los que deberían rendir cuentas, a las autoridades norteamericanas para que respondan por crímenes que cometieron usando bancos de Estados Unidos o porque se concretaron los sobornos en territorio de ese país.
El precedente es sano, pero tiene que servir para que aquí se inicien auditorías a fondo en toda la actividad del deporte federado.