Eduardo Blandón

Los economistas se han dado a la tarea de advertir a los políticos y a la ciudadanía en general que se vienen días aciagos, ese período crítico que bíblicamente se da en llamar “de vacas flacas”.  Sostienen que si bien venimos de una década bastante estable, incluso de cierto crecimiento económico (destacado, según ellos, por la emergencia de la clase media latinoamericana), pronto estaremos en situación de crisis.

Y aunque la profecía ya es por sí misma para ponernos a rezar, es peor aún cuando consideramos que el próximo gobierno desde el inicio se nota que no da la talla.  Elecciones erradas con funcionarios de dudosa reputación y la poca experiencia en el manejo de la cosa pública (evidenciada, por ejemplo, en la deficiente negociación política para la construcción del presupuesto), no pueden ser sino malos augurios de lo que nos espera en los próximos cuatro años.

Uno esperaría que la inexperiencia del próximo gobernante fuera compensada con un equipo de primer orden que lo apoyara. Ministros probos y eficientes, asesores con sentido de servicio, pero acostumbrados a los resultados, servidores públicos con visión y voluntad por cambiar el sistema imperante.  En cambio, el imberbe se hace acompañar por la vieja guardia, veteranos mañosos acostumbrados a la marufia, al trance, a los negocios oscuros, al soborno, al despilfarro y a la inclinación al mal.

Con esas credenciales que se asoman y son apenas las vísperas, es poco lo que se puede esperar.  Sin embargo, la crisis se agrava cuando no se observa mejoría en los sujetos que conformarán próximamente el legislativo.  Al verificar que muchos de los antiguos pícaros siguen medrando a costa del erario público. Cuando personajes ya quemados (al mejor estilo de Luis Chávez, Gudy Rivera, Baudilio Hichos, Delia Back, Mirza Arreaga y Jaime Martínez, entre otros) quieren enquistarse para continuar haciendo de las suyas bajo la sombra de la impunidad.

Ese estado de cosas nos pone en desventaja frente a la crisis que se viene.  Pero no es todo, sume a ello, el sistema de justicia cavernario, empresarios que desean volverse políticos para participar como contratistas del Estado y una organización y participación civil todavía endeble.  Con lo que, advertidos, algo tenemos que hacer para obtener vitaminas y animarnos para dar la lucha.  No tenemos mayores opciones.

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