La idea de privatizar la salud entregando los hospitales a patronatos dirigidos por los allegados al poder no es nueva ni sirvió nunca para resolver el problema de la falta de atención a la gente. Se obligó a los pacientes a pagar por los tratamientos, pero se incumplió el mandato constitucional de asegurar atención de salud a los necesitados. No sorprende, desde luego, que sea el ministro Rayo quien hable nuevamente de ese mecanismo porque el original fue implementado por su líder político, el entonces presidente Arzú.

El argumento es que mientras el Estado siga administrando los hospitales habrá corrupción, pero la verdad es que ese vicio no es privativo del sector público porque nuestra sociedad se ha degradado de tal forma, valorando la acumulación de riqueza sin que importe su origen o el método usado, que casi no hay sector indemne de las prácticas corruptas.

Es cierto que salud pública ha sido viña para los ladrones porque tienen años de estar robándole la salud al pueblo mediante trampas en las compras de medicinas y suministros, para señalar lo mínimo. Y también es cierto que los ladrones han gozado impunemente de su dinero mal habido porque así es como funcionan las cosas en nuestro país. Pero la solución no está en regalarle el negocio a patronatos privados, que presumen de ser no lucrativos pero de los cuales terminaron viviendo muchos en la anterior experiencia, sino en aplicar con toda energía la ley a los ladrones para que no sólo paguen con la cárcel su delito, sino que devuelvan lo mal habido mediante la extinción de dominio.

En el mundo hay abundantes ejemplos de servicios públicos prestados por el Estado en forma no sólo eficiente sino también transparente y no hay razón para aferrarse al dogma de que todo lo público es, por necesidad, malo y corrupto y que todo lo privado es lo contrario. De todo hay en la viña del Señor, se dice corrientemente, y eso se aplica también para la corrupción porque, para empezar, sin corruptores que paguen mordida no habría corruptos que se embolsen el dinero. La corrupción siempre ha sido un crimen de doble vía y así hay que entenderlo para ser justos.

La privatización misma ha sido una forma de corrupción y si no que lo digan los que vendieron los activos del Estado justamente cuando también se privatizó la salud. Ahora son millonarios gracias a lo que se embolsaron y aunque cacareen que lograron ampliar el servicio, nunca cuentan el beneficio personal que obtuvieron con lo que se hubiera logrado, y más eficientemente, si permiten la competencia entre privados y estatales. De suerte que se trata otra vez del mismo juego.

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