Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Además del terror, los terroristas persiguen otros objetivos que debiliten al enemigo que es objeto de sus ataques, y en el caso de lo que desde el 11 de Septiembre del 2001 viene ocurriendo en el mundo hay notables triunfos de quienes organizan los ataques porque las reacciones de los grupos más radicales en los países atacados sirven para apalancar la fuerza de quienes libran esa tenebrosa guerra.

El primer resultado que ha causado una gran debilidad en los países occidentales es que en el marco del terror se han adoptado políticas que debilitan la vieja y reconocida institucionalidad del derecho individual en casi todas esas naciones. Antaño el respeto a la privacidad y el derecho del individuo a que sus comunicaciones no fueran intervenidas era sagrado, pero en los últimos años se ha visto que ya nadie puede tener ningún tipo de comunicación privada y que se perdió por completo el derecho a la intimidad porque en el afán por obtener información que sea útil a la seguridad (que por lo visto de todos modos no sirve para nada), se produjo la más grosera y masiva incursión en la vida privada de los habitantes del mundo.

Pero ahora, tras los ataques en Francia, estamos siendo testigos de una virulenta actitud contra todos los árabes, y se escucha en los estadios y en las celebraciones públicas el grito de “muerte a los árabes” lanado por ignorantes que no piensan más que en generalizar la venganza. Un joven norteamericano acaba de colgar en su red social una crítica muy fuerte a esa irracional actitud de quienes no distinguen entre un árabe integrado en la comunidad norteamericana y un miembro de ISIS, porque ello provocará agresión y marginación a los árabes de cualquier tendencia o religión y eso es lo que buscan los terroristas porque saben que así se podrán seguir nutriendo de nuevos combatientes.

No hay peor cosa para alguien que verse rechazado por un estereotipo tonto y sufrir marginación y ver que sus hijos son también discriminados irracionalmente por el color de su piel, por su aspecto o por sus creencias religiosas. El islamismo no es una religión de violencia, aunque desgraciadamente algunos radicales la conviertan en inspiración para su guerra santa. Pero el efecto que tienen esas formas de discriminación en las comunidades donde viven muchos de origen árabe es terrible y abona en beneficio de la causa de los terroristas.

Cuando se convierte a la gente pacífica en seres irracionales que no andan viendo quién se las debe sino quién se las paga, los terroristas han logrado su cometido, de la misma manera en que lo logran cuando hacen que países de una larga tradición de respeto a las libertades civiles renuncian a ellas para “protegerse” del terrorismo como pasa ahora en Estados unidos que se ha convertido en el país con más amplia labor de espionaje en la historia de la Humanidad.

Claro que hay que combatir el terrorismo y que se tiene que actuar contra los radicales, pero es insensato agredir física o verbalmente a todos los árabes del mundo como causantes de este holocausto.

Artículo anteriorEnfrascados y embotellados
Artículo siguienteLos hilos de la impunidad