Juan Antonio Mazariegos G.

Diversos medios de comunicación han dado cuenta de la negociación que habían mantenido, hasta el día miércoles de la presente semana, la Comisión de Finanzas del Congreso de la República y el equipo económico que envió el Presidente electo Jimmy Morales, a efecto de determinar todo lo relativo al Presupuesto de Ingresos y Egresos del Estado para el año 2016.

Los llamados de la Comisión de Finanzas, al equipo de Morales para llegar a conversar al respecto, incluso en campos pagados en los diarios de mayor circulación, no vaticinaban nada bueno para el inicio de esta negociación, los diputados llamaban a la mesa de discusión al nuevo Gobierno, en un escenario dentro del cual no hay que olvidar que se prepara el famoso Listado Geográfico de Obras que no es más que el vehículo que diseñó el Congreso para dirigir los recursos de las arcas del Estado hacia aquellas Municipalidades en donde tienen intereses políticos o económicos, algunos de sus miembros, sin que importe que dichos intereses se encuentren alejados totalmente de un plan de País que en principio es lo que debiera de prevalecer.

Sin perjuicio de lo anteriormente relacionado, la discusión del tema, entre el Congreso y el Gobierno electo se antojaba adecuada y correcta, es necesario que el nuevo Gobierno pueda intervenir, revelando su plan de Gobierno e indicar en consecuencia cuáles serán las necesidades y requerimientos económicos que enfrentará para implementarlo.

De igual manera, la discusión del Presupuesto de su primer año de Gobierno se antojaba como la mejor oportunidad para el Presidente electo de hacer ver que había entendido que el mandato popular que le llevó al poder, lo cimienta, en su mayor parte, en el descontento de la población hacia políticas poco transparentes de negociación, planeación o ejecución precisamente del manejo de la cosa pública.

Lamentablemente las noticias que circularon, adelantando que el equipo de Morales solicitaría que se eliminaran los candados al Presupuesto, así como el repentino retiro de la mesa de negociaciones del equipo del futuro Gobierno, ponen en tela de duda no solo las intenciones del mismo, sino también la capacidad de Presidente electo para leer a su pueblo y comprender que en él tiene el mejor aliado para transparentar el manejo de la cosa pública. Si el Presidente electo pretende mantener una negociación obscura con el Congreso, en lugar de apoyarse en la población, denunciando abiertamente que le piden los Congresistas para negociar, únicamente se está transformando en un político más, y lo que estamos viviendo no es más que el preámbulo de lo mismo que hemos vivido los últimos años.

Artículo anteriorAcá ya no hay repetición de escenas
Artículo siguienteEl reto de Iván Velásquez