Pedro Pablo Marroquín Pérez
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La semana pasada en una entrevista con este vespertino, el presidente electo Jimmy Morales dijo que él lo único que puede hacer para cambiar el sistema es manifestar su apoyo a las reformas, pero no se mostró proclive a ser él quien impulse las reformas.
Ayer, el rector de la Usac, Carlos Alvarado declaró que Morales debe ser un impulsor de las reformas y no un mero espectador de lo que pase o no pase en el Congreso. En la referida entrevista se le preguntó al futuro presidente si haría uso de la iniciativa de ley que tiene el Ejecutivo y si aprovecharía el clamor popular que le dio un claro mandato para luchar contra la corrupción, pero en ambos casos se limitó a decir que el Congreso es el que cambia leyes y que la gente ha hecho que las cosas cambien.
Al analizar el proyecto de presupuesto de Morales no queda nada claro el rumbo que tendrá su gobierno; cuando se ven cosas como la de su asesor José Ramón Lam Ortiz o su declaración de que se respetará la libertad de expresión siempre y cuando los medios digan lo que según él es la verdad, quedan más interrogantes que respuestas.
Una cosa positiva fue su declaración de que solicitará a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y Ministerio Público (MP) que investiguen a sus funcionarios, pero la gran pregunta es si les dará tiempo porque al paso que vamos no tendremos Gabinete hasta el próximo mes.
Morales tiene que entender que él no fue electo para ser un espectador de lo que decida hacer el Congreso; el presidente electo tiene que entender que los guatemaltecos esperan que él pueda ser un gran adalid por reformar el sistema y por impulsar los cambios que éste requiere para ser funcional por y para la gente.
Con las credenciales de Morales, es imposible pensar que ahora nos recitará como todo un estadista cuáles son los vicios de nuestro sistema porque en “teoría” es un outsider con poco conocimiento de los asuntos de Estado, pero lo que sí nos debería mostrar es una voluntad inequívoca de ser el gran campeón de las reformas.
Parte de esa inexperiencia ha hecho que Morales no se dé cuenta que cuando a un Presidente el Congreso le desea hacer la vida a palitos, no desea hacer los cambios o los que pretende hacer son una broma de mal gusto (como la reforma electoral), no le queda de otra que llevar sus causas, sus preocupaciones y sus anhelos al electorado para que juntos luchen por lograr los objetivos; parece que eso para Morales no está en el radar.
Si uno de los mandatos es combatir la corrupción y la impunidad, Morales no puede tomar con ligereza las peticiones y los problemas de financiamiento que atraviesa el MP, ni tampoco puede abstenerse en la discusión sobre cómo se deben elegir nuestras autoridades judiciales.
El nuevo presidente dice que él es respetuoso de la independencia de poderes y de la autonomía de las instituciones y está bien, pero nadie le está pidiendo que legisle, que imparta justicia o que se abrogue las facultades del contralor, solo estamos reclamando que haga uso de sus facultades constitucionales y use su iniciativa de ley para plantear y presentar las reformas que sean necesarias para que exista una verdadera independencia de poderes y una real autonomía de las instituciones.
El pueblo que levantó su voz está reclamando a un líder que lo guíe con el afán de que demos con la tecla para que este país sea más justo y con más oportunidades pero menos impune y corrupto.
La gente espera que Morales rompa el molde de los negocios y no solo que los cambie de manos, pero si él pretende ser un mero espectador y dejar que el sistema siga igual, intacto y sólido pero para intereses perversos, me temo que su Presidencia no sería muy diferente al último año de Pérez.