Ha sido tesis de La Hora que la corrupción que vivimos es estructural y sistémica, por lo que el simple cambio de personas no significa absolutamente nada en términos de transparencia porque subsisten los procedimientos que permiten el desvío de los fondos públicos e impiden la fiscalización adecuada para mantener control de los gastos. Cuando la prensa se empeñó en señalar que el de Portillo era el gobierno más corrupto de la historia, dijimos que tal aseveración no era cierta y que al terminar ese gobierno no iba a terminar la práctica del enriquecimiento ilícito.

Dicho y hecho porque la fiesta de la corrupción ha continuado sin interrupción alguna debido a lo que reiteramos: es un problema del sistema y no simplemente algo ocasional derivado de la voracidad de un grupo político de turno.

Y ayer el comisionado Iván Velásquez lo dijo claramente al afirmar que la corrupción es más profunda de lo que hemos visto. En realidad lo que ha ocurrido es que hay funcionarios consignados a procesos penales por casos específicos en los que se ha logrado aportar las pruebas suficientes y necesarias, pero hay infinidad de negocios en los que no existen pruebas tan burdas y claras como las que caracterizan los negocios de La Línea, el Bufete de la Impunidad, Pisa-IGSS y Alejos-IGSS, o el que involucra a Pedro Muadi.

Esos casos pueden considerarse con toda propiedad como la punta de un iceberg cuyas dimensiones no conocemos y difícilmente lleguemos a establecer algún día porque se trata de algo en verdad gigantesco. Para donde se vuelva la vista surgen negocios que van desde las plazas fantasma hasta licencias de operación en temas como el de minas y energía eléctrica, contratos de construcción, compras del Estado en los que ha corrido mucho más dinero que el de la defraudación aduanera y el contrato de diálisis en el Seguro Social.

Usemos como ejemplo el caso de las medicinas: lo que se constituye ahora la acusación contra Alejos es bicoca para lo que se ha estafado al pueblo en ese tema tan sensible. Los miles de millones que desde hace décadas vienen robando los traficantes de medicamentos, porque no son vendedores sino verdaderos traficantes, constituyen una sólida fuente de enriquecimiento ilícito para diversos grupos “empresariales” y sus socios políticos de momento.

Ahora algunos piensan que presos Pérez y Baldetti y electo un nuevo presidente, la corrupción es cosa del pasado. No seamos ilusos porque nada ha cambiado aún más que la presencia de CICIG y un MP firme que ha encendido la participación ciudadana. Pero la tarea por delante sigue siendo inmensa, tan inmensa como el mar de corrupción.

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