Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Eduardo P. Villatoro ha sido uno de los columnistas más leídos de La Hora, según las mediciones que permite hacer nuestra página electrónica y de acuerdo a la retroalimentación que recibimos de nuestros lectores en la edición impresa. Tres veces por semana, sin interrupciones, Guayo y su carnal Romualdo han contribuido en la construcción de este proceso de cambio que hemos empezado a vivir en Guatemala porque cual gota china, con paciencia y tenacidad se fue desnudando la perversión del sistema político nuestro que hace años fue secuestrado por una turbia alianza entre políticos y empresarios (de viejo cuño y emergentes) confabulados para exprimir los recursos públicos y desviarlos de su fin esencial en cuanto a proveer oportunidades para los más necesitados.
En los últimos días Guayo ha estado sufriendo quebrantos de salud que le dificultan sentarse frente a la computadora para producir esos artículos que especialmente gustan tanto a nuestros compatriotas que viven en el extranjero. Y es que desde que su esposa Magnolia sufrió un accidente que terminó por costarle la vida tras una prolongada y difícil etapa en la que se hizo hasta lo imposible por lograr su recuperación, la vida se ha complicado mucho para este particular amigo. No puede ser fácil perder a quien ha sido la compañía de toda la vida, la persona con la que se construyeron sueños y se disfrutaron o sufrieron tantos momentos especiales. Sin duda que la soledad que se produce como implacable ley de vida para tanta gente, le ha pasado una costosa factura a Guayo.
La semana pasada conversamos y ante sus dolencias y dificultades le dije que para mí personalmente y para La Hora, lo más importante es que se concentre en el tratamiento que deba seguir para lograr su recuperación y que trate, aunque le cuesta tanto, de despreocuparse de su obligación con el diario y con sus lectores porque estoy seguro que todos comprendemos la situación y preferimos aguantar un tiempo sin leerlo que permitir que se esfuerce más de lo necesario poniéndose en mayor riesgo.
Guayo es uno de los periodistas de la vieja escuela que se mantienen activos. De esa vieja escuela en la que había una enorme dosis de romanticismo, o al menos así lo sentíamos, en el ejercicio de la profesión en épocas realmente peligrosas en las que la intolerancia era sádica y brutal. Ya alguna vez relaté que cuando me tocó salir a reportear por vez primera me asignaron como fuente las entidades situadas en el Centro Cívico, que en ese tiempo eran el Banco de Guatemala, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, la Municipalidad de Guatemala, y el Crédito Hipotecario Nacional que no generaba ninguna noticia. No estaban allí aún ni el Ministerio de Finanzas, ni la Torre de Tribunales ni el Instituto Guatemalteco de Turismo.
Y Guayo era el reportero de El Imparcial que cubría esa fuente y fue mi maestro porque desde el principio hicimos una buena amistad que se hizo mayor cuando ambos trabajamos en la Municipalidad en tiempos de Meme Colom.
La trayectoria de Guayo, quien fue Secretario de la Comisión de Reconciliación con monseñor Quezada Toruño, es impresionante y de allí la riqueza de su acervo plasmado en esas columnas que esperamos recuperar en poco tiempo.