Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

No puedo imaginarme siquiera lo que las familias de los encartados o vinculados con la red de corrupción descubierta en el IGSS tuvieron que sufrir el recién pasado martes 27 de octubre, cuando supieron que se estaban realizando allanamientos para privarlos de su libertad, para ser sometidos a juicios penales por investigadores del Ministerio Público y de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) debido a que por varios meses se había detectado su participación en una organización delictiva que buscó afanosamente obtener beneficios ilícitos en servicios médicos y en insumos para la institución encargada de la aplicación del régimen de Seguridad Social en Guatemala.

Muchas veces me he hecho la pregunta que ahora tengo la oportunidad de trasladársela a mis pocos lectores: ¿Qué es más importante para las llamadas naturales que la conducta humana se hace constantemente, la inteligencia o el placer? Este último se presenta asociado a las necesidades corporales pero, la inteligencia nos hace descubrir las otras realidades que deben ser atendidas, como son los bienes (entre otros, cultura, fama, bienestar o prestigio) y los deberes, que nos impone nuestra propia condición humana. De ahí que el arte de vivir consista en saber conjugar convenientemente tanto los placeres, los bienes, como los deberes. A esto comúnmente le llamamos ética.

Como seres humanos que convivimos en una sociedad, se derivan los principales deberes, tales como respetar la vida de los demás, su libertad, su honor y lo que sea de su propiedad. Por ello es que es forzoso velar porque se cumplan las leyes, respetar nuestros compromisos y sobre todo, no debemos faltar a la verdad. Cuando de joven sabiamente me aconsejaba el Reverendo Padre Jorge Toruño me decía, lo bueno para nosotros debe ser bueno para los demás y de igual forma lo malo, pues a diferencia de los animales, un hombre normal no puede dormir tranquilo mientras que por su causa existan hambrientos o sufriendo inmerecidamente otros males. El ser humano debe demostrar tener sentimientos humanos, pues de aquí parte el principio que la conducta de cada uno de nosotros deja entonces de estar solo guiada por nuestros propios gustos o placeres, para pasar a sujetarse a las exigencias que impone la realidad de la sociedad en donde vivimos.

No es cuestión solo de la política, ni de solo ver el derecho de nuestra nariz. A la sociedad guatemalteca le urge comprobar que sus leyes se están cumpliendo, como también que deben caer pesada e inmisericordemente sobre quienes olvidándose de sus deberes para con la sociedad a la que pertenecen le hayan causado daños y perjuicios. Es que definitivamente, no hay otro camino.

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