María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

Estaba echada desde hace mucho, desde que nuestros representantes decidieron oponerse tajantemente a tomar acciones para la mejora del sistema electoral, y nosotros como ciudadanos optamos por quedarnos de brazos cruzados cuando ha sido oportuno exigir el cambio.

Debo confesar que al tener la papeleta delante de mí, me sentí en un terrible dilema debido a la gigantesca responsabilidad que implica decantarse por una de las opciones, por breves instantes me arrepentí de no haber seguido el ejemplo de amigos y familiares que prefirieron hacerse de la vista gorda y abstenerse. Con vergüenza admito no haber llegado a mi centro de votación con una decisión tomada, a pesar de haber evaluado los pros y los contras de cada uno de los candidatos y sus presumibles planes, el conflicto de votar sin convicción me acechó hasta el último momento.

El hecho es que el 25 de octubre los guatemaltecos decidimos el destino de nuestro país por los siguientes 4 años, los retos de la nueva administración son muchos y la idoneidad de nuestras autoridades electas, cuestionada por nuestra entendible desconfianza, construida con base en una historia amarga que nos ha llevado a la debacle y colocado en el espinoso desierto en el que nos encontramos ahora.

Existe una serie de temas impostergables que el gobierno del Señor Morales no deberá desatender. La depuración y fortalecimiento institucional es uno de los temas que no debe dejarse de lado. Es dentro de la administración pública en donde se encuentra la posibilidad de originar un cambio, las políticas públicas podrán ser formuladas y ejecutadas con calidad, solamente al tener institucionalidad, probidad y las capacidades técnicas necesarias.

Por otro lado, y anticipando el clamor popular, desde el ejecutivo se deberá impulsar la reforma del Estado, empezando por la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que es fundamental para empezar a escribir una historia nueva, la Ley de Servicio Civil, y ¿por qué no? Incluso cuestionarse la posibilidad o necesidad de una reforma constitucional.

Es de esperar que tal y como ha funcionado en las últimas administraciones, la oposición en el Congreso de la República sea la principal dificultad para gobernar, toda vez que no se cuenta con una bancada mayoritaria. La oposición se dedicará a emprender una lucha estrictamente política, dejando de lado el interés nacional, esto es ya una tradición en Guatemala.

Otro tema, menos visible y comprendido, será el fortalecimiento del Sistema Nacional de Seguridad y de la inteligencia tanto táctica como estratégica, siendo la segunda determinante en el diseño y construcción del futuro deseable del país. La debilidad de estos ha sido parte importante del atraso de Guatemala, y al estar satanizados no se les ha dado la prioridad que deben tener. Debo anotar que la Seguridad Nacional dista mucho de la idea generalizada que se tiene con respecto a su naturaleza de defensa, es un concepto mucho más complejo e integral que se relaciona con cada uno de los ámbitos que pretenden procurar el bienestar integral de los individuos.

Por último, no se podrá obviar temas como la despenalización de las drogas (aunque el presidente electo ya estableció su postura al respecto), el desarrollo sostenible, los temas relativos a la educación y salud sexual y muchos otros que la agenda internacional obliga a discutir.

Escribir acerca de los retos de la nueva administración ameritaría mucho más que un espacio como este con el que soy privilegiada. Como ciudadanos, nos toca ahora auditar y acompañar al gobierno que nosotros elegimos de una forma proactiva y no reactiva como estamos acostumbrados. Nuestra suerte, compatriotas ya está echada y por nuestra propia mano, solo nos queda santiguarnos y esperar no habernos equivocado, una vez más.

Artículo anterior¿Se atreverá Jimmy Morales?
Artículo siguienteNo puede esperar más el combate a la delincuencia