Raúl Molina

El 25 de octubre, la ciudadanía guatemalteca en el país está llamada a manifestar su orientación política para los cuatro años próximos. El panorama es de indecisión. Quienes estén dispuestos a continuar la lucha por la reforma del Estado se abstendrán de votar o votarán nulo. Con ello expresarán su rechazo a la farsa electoral, manejada por los “poderosos”, y su compromiso de continuar la lucha que, vía una Asamblea Nacional Constituyente de los Cuatro Pueblos, lleve a la reforma del Estado con una nueva Constitución.

Hay otra masa de potenciales votantes, con urgencia de ir a las urnas y hacer que su voto cuente para un determinado resultado. Acá estarán los que en la primera vuelta pensaron que Jimmy Morales era una corriente de aire fresco en la podrida práctica política guatemalteca. Ahora se sabe que el proyecto de Morales es el reciclaje del Partido Patriota, con sus mismos objetivos, intereses y prácticas de corrupción e impunidad. Aun así, se les lava el cerebro para que piensen que es el candidato de los jóvenes, de las y los migrantes y de la anticorrupción. Pueden todavía recapacitar y reconocer que la elección de Morales sería un error político e histórico.

También estarán listos a votar quienes, pese a los yerros de Sandra Torres y la UNE, consideran que esta opción salvará a Guatemala de la crisis social, económica y política que sigue apremiando a todos los sectores de la sociedad guatemalteca. Lógicamente, no se resolverán los problemas del país; pero hay programas sociales en perspectiva que pueden resolver la subsistencia de sectores amplios de nuestra sociedad. No habrá mucha improvisación, si bien las medidas concretas no son precisas ni transparentes. Poco hicieron la UNE y Torres para convencer al electorado de que eran mejor opción que Morales; tuvieron temor de “mover las aguas” y no levantaron banderas muy importantes, incluidas la de la dignidad y derechos de las y los migrantes, los derechos de los pueblos indígenas, la desmilitarización del país y la descriminalización de la protesta del movimiento social. De esa manera, no queda claro para el electorado cuál es la diferencia entre Torres y Morales, ambos con respaldos de militares y paramilitares, sectores oligárquicos y mafias del crimen organizado.

Quienes votaron en la primera vuelta por otros candidatos y candidatas también tienen una decisión difícil. Los que son más de derecha, seguidores de la Embajada y CACIF, votarán “a ciegas” por Morales. Los que se consideran más “independientes” o que buscan un contrapeso a los “poderosos” optarán por Torres. Aunque nosotros, desde la Diáspora, no podemos instar a que se vote por Torres, por haber quedado decepcionados ante el desempeño de la UNE de 2008 a 2012, sí nos sentimos con la autoridad moral para afirmar nuestra consigna: ¡Ni un voto para Jimmy! Si bien no se garantiza su derrota, particularmente porque la Embajada de Estados Unidos, el CACIF, los partidos políticos cooptados y el aparato militar lo siguen respaldando e instalando, sí servirá para deslegitimarlo. El 6 de septiembre pasado, la ciudadanía se equivocó; el 25 de octubre debe “enmendar el entuerto”.

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