Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando uno lee o escucha los distintos puntos de vista respecto al resultado final de esta contienda electoral se nota un sentimiento de desesperanza y frustración porque a pesar de lo alentador que fue el fenómeno de la participación de la ciudadanía en repudio a la corrupción alentada por la sólida impunidad que se había asentado en el país, es obvio que no se logró el paso definitivo para enmendar los vicios que caracterizan a nuestro modelo político y aunque se produjo algún nivel de castigo para los más notables representantes de nuestra decadente clase política, de todos modos el sistema se terminó oxigenando con la participación ciudadana en las urnas que da legitimidad a la conformación de un congreso francamente despreciable.

Por ello es que, tras terminar la campaña electoral, tenemos que repensar en nuestra responsabilidad como ciudadanos, porque nos falta dar el último esfuerzo para concretar la aspiración de romper un sistema perverso que se ha nutrido de la corrupción. Y en estos días en los que se ha hablado tanto del viaje a través del tiempo por el aniversario de la película sobre el retorno al futuro, que cumplió treinta años esta semana, es bueno regresar también un poco en nuestra historia para entender algunas de las cosas que estamos viviendo.

Yo he hecho la comparación de nuestra primavera política de este año, cuando la gente se volcó a las calles de la ciudad y del interior del país para reclamar la renuncia de las autoridades del país, con lo ocurrido a mediados de 1944 cuando también la expresión cívica fue determinante para lograr la renuncia de Ubico, cosa que parecía imposible de lograr dado el control férreo que el dictador mantenía sobre toda forma de organización social. Sin embargo, desafiando su poder feroz, la población siguió a los obreros, estudiantes y profesionales que empezaron a reclamar libertad y democracia y forzaron al retiro del tirano.

Lograda la renuncia de Ubico mucha gente pensó que se había triunfado y empezaron a hacerse planes para iniciar una nueva forma de hacer política y surgieron algunas opciones que se empezaron a desvanecer cuando el sucesor de Ubico, el también general Federico Ponce, decidió que se postularía para la Presidencia y empezó a mostrar su intención de utilizar las mismas mañas que hicieron tan fáciles las sucesivas reelecciones de Ubico.

Fue entonces cuando empezó a notarse que no era suficiente haber logrado apartar al tirano del poder sino que había que cambiar las reglas de juego para abrir espacios verdaderamente democráticos. Fue entonces cuando se empezó a pensar que la solución no iba a venir de las urnas porque entonces, igual que ahora, el voto al final no cuenta cuando el sistema está podrido y viciado.

E hizo falta que se llegara al 20 de Octubre para acabar con el sistema que había permitido a Ubico ejercer su poder tiránico y que le hubiera permitido a Ponce elegirse sin problema. Hoy estamos en esa misma etapa, con la diferencia de que en el 44 se entendió antes de la elección la profunda disyuntiva, en tanto que ahora muchos cayeron de papos cuando les dijeron que votando se cambiaba al país. El último esfuerzo es el que sigue pendiente y Dios dirá cuándo llega el momento.

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