Estuardo Gamalero

«Los griegos llamaban idiota a quien no se ocupaba de la cosa pública. El colmo griego, sería entonces un Estado garante moderno del funcionamiento y bienestar de la cosa pública incapaz de ocuparse de ella. El colmo griego, sería por ello la constitución de un Estado idiota».
Esteban Bullrich.

Al término de éstos cuatro años de gobierno, si bien Guatemala pareciera ha rectificado el rumbo del país en términos de combate contra la corrupción y una mayor participación y fiscalización de la población en los asuntos políticos, sin lugar a dudas los índices de aceptación y confianza sobre la gestión de los organismos de Estado son fatales. El peor calificado por la población es el Organismo Legislativo.

Creo que buena parte de nuestra podredumbre institucional empieza en el inciso b) del Artículo 161 de la Constitución, que consagra como prerrogativa y garantía de los Diputados: «Irresponsabilidad por sus opiniones, por su iniciativa y por la manera de tratar los negocios públicos, en el desempeño de su cargo.»

Antes de entrar en la crítica, es justo reconocer que en dicho organismo también hay excelentes guatemaltecos y guatemaltecas, que se han mantenido firmes a sus principios y que no se han dejado contaminar por las mieles del poder y la corrupción. Lamentablemente, la experiencia de estos años demuestra que los buenos diputados son la minoría.

Guatemala tiene grandes heridas que se han originado en el seno del Legislativo y cito algunas: El retroceso que sufre el país, por el fiasco de las interpelaciones, que muchos confunden con extorciones; la falta de análisis e implicaciones en muchos de sus Decretos, como por ejemplo la Reforma Fiscal; la aprobación de los pasados presupuestos generales de la Nación; el servilismo a favor de las estructuras cuestionadas que se dirigían desde el Ejecutivo; la supuesta participación de varios diputados en actividades ilegales que incluso propiciaron antejuicios en su contra; los favoritismos a ciertos contratistas de Estado para la ejecución del famoso listado geográfico de obras; la escasa (por no decir nula) aprobación de leyes necesarias, y muchas cosas más.

Pero de todo, lo que más me preocupa es que a cuatro meses de terminar su período, el Congreso haya decidido generar una agenda legislativa con varios de los temas más polémicos, en los que no existe consenso y sobre aquellos que evidentemente la mayoría de la población interpreta como una venganza hacia los sectores que algunas bancadas identifican como sus adversarios.

No se me ocurre ámbito humano alguno, que exprima peor conducta de una persona y resultados tan inadecuados, como aquel en el cual permitimos ser y actuar «irresponsablemente» en todo lo que haga, diga y como se maneje la cosa pública (sería de idiotas dirían los griegos).
En mi opinión, los cuatro años del siguiente gobierno dependerán de como actúe el Congreso de la República, del apoyo, de los adecuados controles que en el balance de poderes lleve a acabo hacia el Organismo Ejecutivo. Considero que cualquiera que sea el gobierno, llegará con una relativa debilidad y credibilidad en sus propuestas, lo cual hace indispensable que su gestión sea transparente y firme en cuanto a no ceder a las presiones usuales de los vividores del Estado.

Quedarse callado o de brazos cruzados, siempre será lo más fácil, pero eso no garantiza que sea lo más adecuado. No estoy sugiriendo que critiquemos o nos opongamos a cosas en las cuales si creemos y entendemos, pero siempre recordemos que el papel de un ciudadano responsable no es solamente frente a sus negocios o sus intereses privados, nuestra responsabilidad es ante toda la nación.

Debemos velar por que ninguno se aproveche de la ignorancia del vecino y debemos trabajar por detener ese juego de: «mejor me quedo callado porque si no puedo perder mi cuota de poder o de comodidad». Quiero decirle que por jugar ese juego es que «estamos como estamos». Mientras los Chapines tengamos miedo y mantengamos esa actitud de «hacernos los de la vista gorda» el problema no desaparecerá, pues la solución no estuvo con: Cerezo, Serrano, De León, Arzú, Portillo, Berger, Colom y Pérez Molina; ni tampoco estará con: Sandra o con Jimmy.

La solución la debemos buscar en nosotros mismos, no por sectores, sino formados como un solo pueblo, regidos por las mismas leyes e identificados con los mismos principios y valores tal y como garantiza la actual Constitución Política.

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