Dra. Ana Cristina Morales

Sufrir de un infarto cardíaco (infarto del miocardio-IAM) coloca a la persona que lo sufre ante la posibilidad de tomar conciencia de que su vida tiene límites, a través de la muerte. Ya que sin corazón nadie vive. Ello desprende a cuestionamientos de la clase de vida que tiene o desea tener una persona. Quién de manera frecuente reflexiona acerca de las prioridades en su vivir, así como, las conductas que pueden favorecer o dañar su calidad de vida. Es de considerar que estar de manera aguda enfermo transforma las formas de verse a sí mismo. Las circunstancias y la visión general de las personas y las cosas.

Con mucha frecuencia la persona que padece un IAM, se ve preocupada por posibles secuelas, como la incapacidad resultante para realizar su vida de la manera acostumbrada. Puede afrontar dificultades económicas que se agregan a la enfermedad; por gastos que tendrá que cubrir ella o su familia y ausencia de actividad laboral en el transcurso de la enfermedad y en el proceso de rehabilitación.

El paciente con este diagnóstico usualmente es ingresado a la unidad de cuidados intensivos (UTI) de un hospital. Lugar que le puede resultar: desconocido y atemorizante. Allí el tiempo es muy largo, es difícil apreciar si es de día o de noche, existe mucho movimiento, el cual se acompaña de sonidos. Que se exacerban cuando surgen emergencias para las otras personas que se encuentran en la misma unidad.

Una persona enferma enfrenta cambios en todos sus contextos de vida. Los cuales pueden ser: de carácter biológico, social, familiar, laboral, psicológico, económico y espiritual. El evento resulta estresante para ella y su familia, con la siempre posibilidad del aparecimiento de manera secundaria, de enfermedades psiquiátricas tales como la ansiedad y la depresión.

En un estudio realizado por Novaes, et al. 1997. Mostró los principales estresores para las personas que se encuentran hospitalizados en el UTI. Considerando el siguiente orden de mayor a menor. 1) El dolor como principal estresor, 2) la incapacidad de dormir, 3) tener tubos en la nariz o la boca. Esto último limita su comunicación y su capacidad de comer. 4) el sentimiento de no tener control de uno mismo. Según los autores, esta falta de independencia pude generar angustia y sensación de desamparo, y podría ser considerada la principal causa de inestabilidad psicológica en ese contexto. 5) Verse atado por los tubos, con la consiguiente sensación de no sentirse en su libertad natural de movimiento. También este mismo estudio brindó conocimientos de algunas necesidades más importantes de estos pacientes. El paciente necesita saber: ¿Qué está pasando? los autores consideran que cuando los pacientes se encuentran conscientes y bien adaptados prefieren conocer y participar en todas las decisiones del equipo médico.

Los autores de esta investigación concluyen con recomendar: Que las intervenciones hacia estos pacientes tendrán que ser encaminadas a: a) el alivio del dolor, b) la promoción de una atmósfera en la que sea posible el descanso, con menos luces, ruido y las menores interrupciones posibles, c) a lo que se refiere la falta de control experimentada consigo mismo. Es de consideración que se les ofrezca ayuda psicológica a los pacientes, así como una mayor cantidad de información sobre el tratamiento por parte de un equipo interdisciplinario, que les permita participar y sentirse involucrados en el proceso de su tratamiento.

Agrego que es importante considerar el mantener informada a la familia de la evolución del paciente; y acerca de posibles procedimientos a realizarle y en qué consisten. Así como complicaciones posibles. Darles apoyo emocional, evitar reacciones negativas para el personal y hacia el hospital. Las cuales se entienden como derivadas de una fase vivida del proceso de duelo ante la enfermedad de su familiar o de su posibilidad de muerte.

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