Estamos en un período especial cuando por mandato de ley los ciudadanos tenemos la oportunidad de reflexionar sobre nuestra responsabilidad sin sentir el acoso de medios de propaganda que nos bombardean con lemas de campaña, con canciones y las ofertas cajoneras que ningún político puede dejar de mencionar en un país donde hay miseria, abandono y atraso.

La reflexión, desde luego, tiene que ver mucho con el tipo de país que necesitamos construir. Nos atrevemos a decir que el futuro de Guatemala depende más de nuestra individual disposición a cambiar que de la esperanza de que los políticos puedan cambiar sus actitudes tradicionales.

Porque ciertamente estamos ahora develando un sistema podrido en el que la corrupción se ha enseñoreado bajo el manto de la impunidad. Pero no podemos olvidar que durante décadas enteras hemos sufrido ese flagelo sin que nosotros, los ciudadanos, hubiéramos reaccionado como lo logramos hacer luego del destape que significó la investigación realizada por la CICIG y el Ministerio Público en casos como la defraudación aduanera, el saqueo del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, el funcionamiento de bufetes de la impunidad, entre otros, que no son cosa nueva, que son vicios que vienen existiendo por lo menos durante las dos últimas décadas.

Y viendo que en el país imperaba la ley de la selva, que la impunidad era norma, todos nos fuimos saltando las trancas y hasta en cosas tan sencillas como el irrespeto a las normas de tránsito o la adquisición de bienes producto de la piratería, nos acomodamos dentro del régimen de la corrupción. Recibimos a los sinvergüenzas en los medios sociales en que nos movemos como si fueran potentados producto del trabajo honrado y muchos decidieron aprovecharse desde el sector privado para hacerse socios de los políticos en el desvalijamiento del país.

La corrupción se ha extendido por todos lados y tenemos que empezar en nuestra propia vida, en nuestra propia moral, a revalorizar el sentido de la honestidad y la decencia. No podemos seguir reeligiendo a ladrones y mañana muchos Alcaldes y diputados que hacen oscuros negocios, volverán a ser electos para continuar con la fiesta gracias a ese beneplácito complaciente de un pueblo que tiene que dar el paso final, el paso decisivo, para que el rechazo a la corrupción sea efectivo.

No pensemos en quién nos puede ayudar, sino en cómo podemos y debemos nosotros actuar para cambiar al país. Decir que el futuro del país está en el voto es afirmar que son otros los que lo tendrán en sus manos. Guatemala y su decencia, dependen de nosotros, de todos los ciudadanos.

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