En los últimos días hemos visto cómo fracasa la convocatoria de los grupos de respaldo al Presidente, primero con la marcha del magisterio que terminó siendo poco representativa porque los maestros no se quisieron sumar a la maniobra, y ayer con la pretendida toma del Congreso por un grupito de mujeres y niños de la Unidad de Acción Sindical y Popular, para impedir que el pleno conociera el antejuicio.

En cambio, la ciudadanía de manera espontánea llegó a formar la valla para garantizar el ingreso de los diputados y con ello forzarlos a que votaran para retirar la inmunidad al Presidente Pérez Molina. Fue una doble derrota para el mandatario porque la estrategia de impedir el ingreso de los parlamentarios fue un desastre por la raquítica participación de gente dispuesta a jugársela por esa dirigencia, producto sin duda de que el primer acto, encomendado a Joviel Acevedo, también terminó siendo un fiasco.

Los diputados, el último reducto del mandatario para evitar el antejuicio, tuvieron que ceder ante la presión popular que exigió de manera clara y categórica que se diera trámite al antejuicio para que el Presidente pueda esclarecer su situación en los tribunales del orden común. El Congreso hizo una votación histórica, pero no puede nadie llamarse a engaño y pensar que actuaron por convicción o por patriotismo. De no mediar la presión pública, de no haberse dado las manifestaciones de ciudadanos que colmaron la plaza central por horas y horas, en una impresionante rotación que permite suponer que más de 200 mil guatemaltecos pasaron por el parque desde la mañana hasta bien entrada la noche, se hubiera repetido lo del antejuicio anterior y hubieran dejado en un limbo al mandatario.

Es importante entender que lo de ayer no es algo que deba reconocerse como mérito de ningún diputado porque ellos fueron forzados por la presión popular para retirar la inmunidad y es obvio que algunos lo hicieron a regañadientes porque saben que si hoy es el Presidente quien tendrá que rendir cuentas, dentro de poco puede ser cualquiera de ellos si se investiga el manejo del Listado Geográfico de Obras o los sobornos recibidos para aprobar leyes de telecomunicaciones.

Para el pueblo es una victoria muy suya el haber forzado a que se diera ese paso histórico que, en honor a la verdad, no hubiera sido posible sin que la CICIG y el Ministerio Público quitaran la venda de los ojos a una ciudadanía que permanecía apática e indiferente, para despertar sólo cuando las investigaciones comprometieron a la Baldetti, primero y a Pérez Molina después.

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