Eduardo Villatoro

Era de suponerse. Cómo va dejar de comer melcocha durante los últimos meses de su mandato si hasta fábrica de miel tenía en sus aposentos. Era previsible que el señor Pérez no iba a renunciar a su cargo porque está convencido de que tan pronto como entregue su carta de dimisión va directo al bote.

Por supuesto que los guatemaltecos conscientes que están al tanto de las maniobras fraudulentas que se atribuyen al Gobierno, recibieron con júbilo desmesurado la captura de la vedette Roxana Baldetti, y el festín derivó en algarabía cuando la CICIG y el Ministerio Publico anunciaron que se había presentado el memorial que demanda que al todavía mandatario le sea eliminado el privilegio del antejuicio, para ser juzgado como cualquier ciudadano.

Desde el principio tuve mis arrugadas dudas sobre que, como consecuencia del planteamiento del MP y la CICIG, en un momento de fugaz destello de dignidad el individuo que se aposenta en la casa Presidencial de inmediato abdicaría del cargo, porque estaría avergonzado de todos los calificativos de que ha sido objeto por miles de compatriotas, que lo más cerca que lo quieren ver es en el Preventivo de la zona 18.

De ninguna manera, un militar habituado a recibir y ejecutar órdenes iba a dar muestra de tanta humildad, por no decir de inusitado decoro, pese a que se le fueron escabullendo de su gabinete varios de los ministros designados por el Cacif.

¿Qué consejo le daría a OPM el dubitativo señor Maldonado Aguirre? Pienso que el vice antepuso su confort de no verse expuesto a la mofa y las maldiciones de las multitudes, que su ambicionado afán de escalar otra grada más en la caricatura de esta desdibujada República, después de haber disfrutado de jugosos sueldos en su calidad de ministro de educación, canciller, embajador, diputado, magistrado y hasta capellán de la iglesia de Capuchinas.

Ya se imagina usted lo que se podría esperar del aprendiz de monje disfrazado de político en la cúspide de la administración pública, desde la cual se vería obligado a adoptar decisiones que no fastidiasen a los grupos oligárquicos, pero que, a la vez, pudieran satisfacer escasamente a un pueblo agotado de escuchar todos los días a un militar indeciso y confuso.

No nos llamemos a engaño. El pueblo de Guatemala en su conjunto no se atreve a cortar de un machetazo el lazo que nos une con el pasado remoto y el presente insoportable. Allí están los teóricos que sólo de pensar que se pudiera romper con el más delgado hilo de la institucionalidad, se abriría el camino a una verdadera, real, profunda y ansiada transformación radical de las estructuras, porque también muchos de esos finos críticos al régimen imperante tienen que cuidar de sus intereses, así como aspiran a los mismos antojos, codicias, caprichos y vaivenes de la alta burguesía.
Irán transcurriendo los días y las semanas, se realizarán las elecciones y llegará el 14 de enero, para que otros políticos de varios modales, persistan en sostener un modelo que, pese a su debilidad, es imposible que se derrumbe con miles de oprobios, menos con estornudos de desnutrido chirís con catarro.

(El rico emergente Romualdo Tishudo leyó este grafiti: -Sólo quien ha comido ajo puede darnos palabras de aliento).

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