Eduardo Villatoro

En varias oportunidades, en diferentes años y gobiernos, aunque no con la misma intensidad ni gravedad como acontece en esta ocasión, he advertido amigablemente a diputados y funcionarios de otros períodos que se han engolosinado del poder, deslumbrado con su arrogancia y enriquecido ilícitamente, que no se olviden que el tiempo transcurre y las circunstancias cambian, y de ahí que les conviene recordar sus orígenes y renovar sus malvadas conductas, porque lo que siembran cosecharán, además de recibir el desprecio y el vilipendio de sus compatriotas y hasta el castigo de la precaria y hasta tardía justicia.

Así ha sido en numerosos casos. He visto la veleidad de burócratas de tercera o cuarta categoría que después de hacer ostentación de su poder que ellos mismos engrandecieron conforme el tamaño de sus egos, posteriormente los he encontrado en condiciones deplorables.

Peor aún, con personas que en un momento dado fueron amigos míos o compañeros de estudios, por razones difíciles de entender sino fuera su falta de escrúpulos y ausencia de elementales principios y valores, a lo que se suma su desmedida ambición que los impele a atropellar cualquier obstáculo ético o moral, se elevaron económicamente al amparo de cargos de alto y mediano rango, para que, también con el paso de los meses y años volvieron a rogar favores, si es que no fueron sancionados penal o civilmente y purgaron condenas en sucias cárceles del país.

Pero los individuos ansiosos de acaparar riquezas, sin importar los medios y aprovechando sus funciones, no aprenden las lecciones de otros políticos semejantes a ellos y se empecinan en violar sin recato normas legales y morales, para después desembocar en la pobreza o el desprecio de amistades y familiares.

La mayoría de los diputados de la actual legislatura y muchos funcionarios de los otros dos organismos del Estado observan la misma depravada conducta de quienes pudieron servirles de espejo, sólo que los actuales actores políticos encaramados en el poder, han superado las mañas y canalladas de sus antecesores, como me he enterado en más de medio siglo de ejercer este oficio de periodista.

Sin embargo, ahora se enfrentan a una realidad que lacera la arrogancia y autoritarismo de los que arribaron a los estrados políticos más altos del país La señora Baldetti posiblemente pensó que su autoridad gubernamental era ilimitada en el tiempo y el espacio. Allí se encuentra lamiendo sus heridas, despojada de su fatuo orgullo y esperando acompañar en sus celdas a otras mujeres menos afortunadas que ella, ante el oprobio de la mayoría de los guatemaltecos.

Parecido destino le esperaría al señor Pérez Molina, ya suficientemente befado por multitudes o pequeños grupos que le enrostran su prepotencia y le atribuyen en su presencia la comisión de delitos que, de comprobarse, también tendrá que pagar en su encierro carcelario.

Aún es tiempo que diputados y funcionarios del Ejecutivo y del Organismo Judicial modifiquen el rumbo de sus vidas, porque no están a salvo de la justicia ni de la maldición de sus semejantes.

(El bíblico Romualdo Tishudo cita el libro de Proverbios: -Antes del quebrantamiento es la soberbia y antes de la caída la altivez de espíritu).

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