Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Se aproximan las elecciones y a la fecha muchos guatemaltecos aún expresan sus dudas en torno a quién le darán su voto, y la verdad es que a pesar de que no iré a votar porque creo que para el país esta es una decisión solo para escoger la causa de nuestra muerte, siento frustración que esa sea nuestra realidad porque con las reglas actuales y bajo la sombra del sistema actual, lo único que tenemos seguro es que seguiremos condenados y supeditados a los deseos, planes, anhelos y sueños de los financistas de campaña y no de las expectativas de los votantes que no son financistas.

Esta elección es para decidir a quién le queremos dar el derecho que nos asalte en sociedad con sus financistas (de cualquier tipo) porque independientemente de quién resulte ganador, el nuevo presidente, los diputados y los alcaldes llegarán a ser celosos guardianes del sistema.

Y tienen que serlo porque el dinero que han recibido de sus financistas no fue dado para que cambien las reglas del juego, para que modifiquen el sistema o para que luchen por tener un mejor país, fue dado con la condición de que el contrato, el negocio, la licencia, la concesión, la exoneración o la influencia que se necesite sea otorgada sin mayor dilación.

Esta elección asegurará, a muchos, bienestar económico por los próximos meses, pero también garantizará que la gente más pobre seguirá teniendo como mejor opción migrar a Estados Unidos sabiendo que sus remesas representarán el mayor ingreso de divisas al país.

El enfermo que depende del Seguro Social o del sistema nacional de salud tendrá que seguirle pidiendo a Dios que el día que tenga un padecimiento haya medicinas, camas para ser atendido y que los médicos no estén desbordados en capacidad.

Los padres que tienen el privilegio, sí, el privilegio de mandar a sus hijos a la escuela porque pueden vivir sin que los menores trabajen para apoyar la economía familiar, tendrán que pedirle a Dios que Joviel y su gente no sean tan necesarios para el nuevo gobierno porque de lo contrario, el ciclo será aún más corto y la enseñanza, igual o peor de lo que se tiene hoy.

Los ciudadanos seguiremos saliendo de nuestra casa pidiéndole a Dios que nos permita volver a ver a nuestros seres queridos al final de la jornada y aquellos que dependen del sistema nacional de transporte, tienen que pedir fuerzas para seguir resignados de utilizar un sistema que ellos mismos mantienen con sus impuestos, pero cuyo dinero sirve para satisfacer los pactos entre políticos y transportistas.

Los que madrugan para ir a sus trabajos y regresan a sus casa para encontrar a sus hijos dormidos porque solo en ir y regresar invierten 4 o 5 horas, deberán seguirle pidiendo a Dios que la descomposición social no termine educando e involucrando en vicios a sus hijos, mientras ellos hacen lo necesario para llevar los frijoles a la casa.

Seguiremos pensando que el pago de nuestros impuestos servirán para que cualquier hijo de vecino aumente o cree su riqueza en total tranquilidad, pero no para que se enfrenten los grandes problemas sociales.

Así se pueden seguir enumerando lamentables situaciones, pero lo importante es que usted y yo entendamos que la elección del 6S es un formalismo y que la verdadera elección la tendremos que hacer en torno a si deseamos seguir bajo las reglas de este sistema que secuestra los tres poderes del Estado o si diremos ya basta para pasar, lo que puede ser uno de los momentos más duros de nuestra historia, con la intención de lograr los cambios de fondo.

Cumpla o no con el formalismo del 6S, ojalá cumpla luego con su compromiso para cambiar este sistema corrupto e impune.

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