Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Ayer el Grupo de los 4, G4, compuesto por los representantes de la iglesia Católica, de las iglesias Evangélicas, el Procurador de los Derechos Humanos y el Rector de la Universidad de San Carlos, hizo una exigencia pública al Congreso para que apruebe con carácter vinculante para esta elección las partes que consideran fundamentales dentro de la propuesta de reforma elaborada por los sectores que se unieron en la Plataforma para dar contenido al cambio del sistema.

Eso, dijeron, para dar legitimidad al proceso porque de lo contrario carecerá de esa condición. Es sabido que en el Congreso se manoseó la reforma propuesta para acomodarla en buena medida a los intereses de los diputados, pero ni siquiera así, tras haberla manoseado, los representantes acuden a las sesiones para continuar con la mecánica de la aprobación de la ley. Ayer fueron las bancadas del PP y Lider las que, para variar, se pusieron de acuerdo para no asistir a la sesión e impedir cualquier avance.

En otras palabras, podemos concluir que el G4 considera que sin esas reformas no se legitima este proceso de elecciones que culminará dentro de un mes con la elección general que producirá un nuevo Congreso, integrará nuevas corporaciones municipales y decidirá si hay segunda vuelta para la elección presidencial entre los dos candidatos más votados. En otras palabras, elecciones que servirán para consagrar al sistema actual por mucho que haya sido tan cuestionado y tan denunciado como facilitador de la corrupción y la impunidad.

Porque tendremos un Congreso idéntico o peor, que el actual. No hay probabilidad ni posibilidad de que pueda producirse una mejoría, ni siquiera leve, respecto a lo que tenemos. Los mismos diputados, en esencia, para elegir a los mismos jueces y magistrados en el futuro y para seguir regalando activos nacionales como las frecuencias radioeléctricas. Las mismas corporaciones edilicias, dirigidas directa o indirectamente por los Medrano o Arzúes que abundan por todo el territorio nacional y, por último, la consagración como finalistas de dos de los políticos que aspirando a la Presidencia vendieron el alma al diablo para conseguir el pisto que les permita hacer propaganda.

La conferencia del G4 ocurría mientras en el pleno no se lograba integrar el quórum para realizar la sesión plenaria del Congreso en la que se debía conocer la insuficiente reforma electoral que tramitó la comisión específica, y que deformó las aspiraciones de la población que había plasmado ideas concretas sobre la reforma del Estado. Si ni siquiera el mamarracho que armaron puede recibir los votos suficientes para su aprobación, qué se puede esperar de las reformas más profundas que demanda la sociedad y que, según el G4, de ser aprobadas con vigencia inmediata darían algo de legitimidad a estas elecciones.

Hay cuestiones en la vida que no necesitan prueba o corroboración fehaciente. Basta y sobra con ver para entender que este Congreso no tiene la menor intención de contribuir a la reforma del Estado y que la clase política actual está toda comprometida con el sistema de la corrupción y la impunidad.

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