Es importante que los ciudadanos se tomen la molestia de leer el proyecto de reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que ayer fue sometido al raquítico pleno del Congreso de la República porque se verá que se trata de un esfuerzo por agarrar de babosos a los guatemaltecos con una legislación que apenas si pretende tapar el ojo al macho en el tema del financiamiento de los partidos políticos que es el centro, el verdadero meollo, de la problemática de nuestro sistema.
El proyecto mantiene la forma de financiamiento que ha permitido la perversión del modelo democrático y cambia en cuanto a los “controles” que deberá llevar la autoridad electoral y requisitos que deberán cumplir los partidos políticos. En Guatemala todos sabemos que el TSE carece de fuerza y colmillos para asegurar el cumplimiento de la ley y que en materia de financiamiento hay mil formas de jugarle la vuelta a esas tibias disposiciones que finalmente harían depender la transparencia en la voluntad de los políticos para proporcionar informes veraces sobre el origen de los fondos.
Pareciera que los que elaboraron el proyecto de reformas no escucharon al Comisionado Iván Velásquez cuando explicó con detalle lo que siempre se ha sabido, pero nadie había presentado en forma estructurada. El financiamiento privado que existe en Guatemala y que consagra el proyecto de reforma no tiene posibilidades de efectiva fiscalización y es la puerta abierta para el tráfico de influencias y las componendas.
A los guatemaltecos nos saldría más barato el financiamiento público porque aun gastando millones cada cuatro años, no se llegaría a lo que se levantan los inversionistas a lo largo de esos mismos cuatro años, cuando se benefician de contratos, concesiones y compras que hace el Estado ya condicionadas desde la misma campaña cuando se pacta con los financistas.
Hemos dicho que esa reforma a la ley electoral es un engañababosos y lo confirma toda la normativa sobre el financiamiento de los partidos políticos y de las campañas. Todo lo que se establece servirá únicamente para dar la apariencia, léase bien, apariencia de financiamiento transparente con requisitos que le tapan el ojo al macho, pero que no impiden el verdadero flujo del dinero sucio que es el que termina siendo importante.
Los diputados podrán aprobar felices el proyecto de reforma porque es una soberana babosada que no pone el dedo en la llaga ni ataja la participación de dinero oscuro, de ese dinero que compra al político para poner al Estado al servicio de los largos.