Juan Antonio Mazariegos G.
Solemos acudir al dicho “los patos le tiran a las escopetas” cuando nos percatamos de una situación en la que, quien no tiene la razón, el derecho o ha realizado una acción indebida o ilegal en determinado asunto, arremete o emprende en contra de aquel a quien si le asiste la razón, el derecho o es una autoridad que puede juzgar al infractor
Estas semanas hemos seguido la acciones de unos y otros actores dentro del denominado Caso Lavado y Política, en el que se vieron involucrados dentro de la denuncia presentada por la CICIG y el MP los diputados Manuel Barquín, Jaime Martínez Lohayza y el actual candidato vicepresidencial del partido Libertad Democrática Renovada, Edgar Barquín, en aquel entonces Presidente del Banco de Guatemala, a quienes la Fiscalía señaló de haber colaborado con el ahora famoso Chico Dólar, Francisco Guerra Morales, para que este último no tuviera problemas con transacciones sospechosas de lavado de dinero por más de 900 millones de quetzales que eran investigadas por la Intendencia de Verificación Especial, a cambio de que este les proporcionara dinero para asambleas de partidos políticos.
De conformidad con las escuchas telefónicas presentadas hasta ahora dentro del caso, los tres políticos señalados sostuvieron conversaciones con el señor Chico Dólar en las que le llamaban a la calma, le indicaban que sus asuntos se iban solucionando y que no desesperara.
Por supuesto la versión de los hoy señalados es bien distinta, afirman que si conocían a Chico Dólar, que sí sostuvieron conversaciones con él y cada cual, según su conveniencia habla de préstamo para campaña o diligencia de un funcionario (Presidente del Banguat) atendiendo a un usuario (de la IVE bajo sospecha de lavado), directamente a su celular.
Ya lo señalaba el editorial de este vespertino el día de ayer, Chico Dólar expresó en sus conversaciones telefónicas, hoy escuchas y medio de prueba que parte del dinero se utilizó para pagar precursores de los utilizados para la fabricación de drogas.
Tener ahora el descaro de defenderse hablando de judicialización de la política, de intromisión extranjera, de abuso de autoridad de la CICIG y el MP, de persecución política o del horror de un golpe de Estado, simplemente no tiene sustento y se desvanece cuando nos preguntamos qué hacía un Presidente del Banco de Guatemala hablando con una persona sujeta a investigación por transacciones sospechosas de lavado de dinero por más de 900 millones de quetzales. Sin duda aquí el pato le tiró a la escopeta, se la robó y con ella de paso mató a la vergüenza.