Luis Enrique Pérez

La prosperidad económica de una nación no surge milagrosamente. Ni es afortunado efecto de una benefactora casualidad. Ni es piadoso obsequio de una divina providencia. Tampoco es producto de políticos fabricantes de promesas, ni de gobernantes que gastan el dinero como si fuera el bien más abundante del Universo, ni de alucinantes predicadores de la distribución de la riqueza, ni de insensatos tecnócratas que proponen reducir la justa desigualdad patrimonial.

La prosperidad económica de una nación es obra de seres humanos que trabajan con creciente productividad, ahorran más, e invierten más (es decir, convierten el ahorro en capital), porque quieren estar mejor, y no peor. Por consiguiente… Por consiguiente… Diez mil veces “por consiguiente”, si no pueden estar mejor, no pretenderán ser cada vez más productivos, ni ahorrarán más, ni invertirán más.

Si hubiese alguna fórmula maravillosa para que una nación prospere económicamente, ella consistiría en eliminar los obstáculos que impiden el incremento de la productividad del trabajo; y el incremento del ahorro, y de la inversión. Por eso mismo, si hubiese alguna fórmula maravillosa para que una nación no prospere económicamente, ella consistiría en multiplicar infinitamente los obstáculos que impiden incrementar la productividad del trabajo, e incrementar el ahorro y la inversión.

Los obstáculos más eficaces que evitan que una nación prospere son precisamente los tributos sobre el trabajo, el ahorro y la inversión. Los tributos sobre el trabajo obstruyen el incremento de la productividad laboral. Efectivamente, ¿por qué trabajar más productivamente para ser víctima de un mayor despojo tributario? El ocio adquiere más valor. Los tributos sobre el ahorro reducen la oferta de recursos para inversión. Efectivamente, ¿por qué ahorrar más para que la abstención de consumo presente sea castigada como si fuera un delito, y no premiada como si fuera un mérito? El consumo adquiere más valor. Los tributos sobre la inversión reducen la cantidad de ahorro transformado en capital. Efectivamente, ¿por qué invertir más para ganar menos, y con el mismo riesgo de pérdida? La seguridad adquiere más valor.

En particular, un régimen tributario que fomenta la prosperidad económica excluye cualquier impuesto sobre los beneficios obtenidos de la inversión, precisamente para que esos beneficios sean mayores. Si son mayores, habrá más capital; y si hay más capital, habrá más trabajo y, por supuesto, más dinero disponible para consumir. Algunos políticos creen, erróneamente, que la prosperidad económica depende del incremento del consumo. El consumo se incrementa porque los consumidores tienen más dinero disponible para consumir; pero pueden tenerlo sólo porque la inversión se incrementa y, por medio del capital, crea más oportunidades de trabajo. Con otras palabras, el aumento del consumo es efecto, y no causa. Es efecto de un incremento de la inversión y, por consiguiente, un incremento del capital.

El fantástico efecto destructivo de los tributos sobre la productividad del trabajo, y sobre el ahorro y la inversión, es explicable. Efectivamente, los tributos son un costo que el gobierno impone. Entonces es más costoso ser productivo. Es más costoso ahorrar. Es más costoso invertir. Es más costoso el capital creado con la inversión. Es más costoso demandar más trabajadores. En suma: es más costoso prosperar.

La naturaleza de un régimen tributario que no impide prosperar económicamente consiste, por lo menos, en eliminar cualquier impuesto sobre la productividad del trabajo y sobre el ahorro y la inversión. Por supuesto, si hay prosperidad, habrá más tributantes, y entonces quienes gobiernan, en el supuesto de que son eficientes recaudadores de tributos, tendrán el dinero que necesitan para gobernar, si se dedican a gobernar.

Post scriptum. Daniel J. Mitchell, investigador del Instituto Thomas A. Roe de Estudios de Política Económicos, especialista en política fiscal, afirma que reducir los tributos sobre la actividad económica es la esencia de una buena política tributaria.

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