Grecia Aguilera

El célebre libro “La Cabaña del Tío Tom” de Harriet Elizabeth Beecher Stowe, publicado en 1852, es una obra que muestra la opresión y tormento de la esclavitud, a la vez que sensibiliza al lector sobre el valor de la integridad humana. Para mí este famoso relato, más que una novela fue un presagio de la Guerra Civil en los Estados Unidos, y también un tratado contra la segregación racial. Al momento de ser elegido Abraham Lincoln Presidente de los Estados Unidos, en 1860, el primer Estado en separarse de la Unión fue Carolina del Sur, seguido por Mississippi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana, Texas, Virginia, Arkansas, Carolina del Norte y Tennessee, que establecieron los “Estados Confederados de América”, iniciándose así la Guerra de Secesión que duró hasta 1865. Como símbolo de la supremacía prepotente de esta guerra, quedó la denominada ‘bandera confederada’, que ahora, luego de 54 años de permanecer frente al Capitolio Estatal en la Ciudad de Columbia, Capital de Carolina del Sur, fue descendida de un asta de 9 metros de altura por una ‘Guardia de Honor de Patrulleros Policiales’, durante una ceremonia realizada el viernes 10 de julio de 2015. Pienso que este acontecimiento se convirtió en una conmemoración, por cumplirse precisamente este año, quince décadas del término de la Guerra Civil. Para mí es como observar el paso del tiempo a través del cristal de un reloj de arena, escuchando el repicar de campanas ‘a plenum’. Realmente es un homenaje a la dignidad de los seres humanos. Ahora esta bandera estará guardada en el Salón de ‘Reliquias Confederadas’, como lo sugirió la Gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley. Para muchas personas este emblema de guerra fue siempre una falsedad, afirmando que “ninguna mentira puede vivir para siempre”. El impulso que motivó este histórico suceso surgió por causa de la muerte de nueve personas, acaecido el miércoles 17 de junio de 2015 en la “Iglesia Metodista Episcopal Africana Emanuel”, en Charleston, Carolina del Sur. Este templo fundado en 1816 y conocido también como ‘Madre Emanuel’, es uno de los más antiguos de los Estados Unidos y sobresale en la historia por la lucha a favor de los Derechos Civiles, en la década de 1960. La noche del 17 de junio los miembros de la iglesia aceptaron en su seno a un joven blanco, que mientras ellos realizaban un estudio de la Biblia, les disparó, asesinando a nueve de los presentes, incluyendo al Reverendo y Senador Clementa Pinckney. Así, la decisión de arriar para siempre esta bandera, es un verdadero triunfo para Carolina del Sur, para los Estados Unidos y un ejemplo para el mundo entero. Este hecho me recuerda el grave accidente automovilístico que sufrió la cantante Bessie Smith el 26 de septiembre de 1937, en el Estado de Mississippi. Ella murió desangrada frente a un hospital que solamente admitía personas blancas. Asimismo Billie Holiday hizo famosa en 1939 la canción “El Fruto Extraño”, convirtiéndola en un símbolo de protesta en contra de la segregación racial. En una de sus estrofas expresa: “Los árboles sureños dan frutos extraños/ sangre en las hojas/ sangre en las raíces/ cuerpos negros/ se mecen en la brisa sureña/ extraño fruto/ ahorcado del álamo…” Estos crímenes, antes y después de la esclavitud, eran considerados algo ‘normal’ en aquellos tiempos. Tan aciaga historia me motivó a escribir mi poema “Bucólica Escena”, que figura en mi libro “Esfera sin Tiempo” y manifiesta: Mece el viento/ cual péndulo sin tiempo/ el cuerpo devorado/ calcinado/ despojado/ mutilado/ que pende de un árbol/ como fruto extraño./ Ignominioso ser/ dolido/ señalado/ consumido/ condenado/ por pieles superiores/ protervas y sanguinarias./ Quebrantado esqueleto/ sin carne ni color/ así aniquilado/ ya sin existencia/ sin prohibiciones/ sin fantasías/ ni ilusiones/ pende del árbol/ el fruto extraño.”

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