Irene Casado Sánchez
Twitter: @irencs

Víctimas de la trata infantil, la explotación sexual, la esclavitud doméstica o el matrimonio forzoso. Mano de obra barata en minas de oro y campos de cultivo. Manos frágiles, pero efectivas a la hora de empuñar un arma. En eso se han convertido millones de niños que crecen en regiones inmersas en la pobreza o en mitad de un conflicto bélico.

Más de 218 millones de niños trabajan en el mundo. La mitad de ellos realizan trabajos peligrosos. Más de 8 millones sufren “las peores formas de trabajo ilegal y degradante en condiciones consideradas como esclavitud”. Así lo denuncia la organización Save the Children en su informe Rompamos las cadenas de la esclavitud. Acabar con esta forma de explotación requiere de “una estrategia múltiple” que abarque el seno de las familias, las empresas y las instituciones, clama el Kailash Satyarthi, activista indio por los derechos de los niños y Premio Nobel de la Paz en 2014.

Según el documento de Save the Children, 1,2 millones de menores son víctimas del tráfico infantil cada año. Más de 300 mil niños y niñas menores de 15 años están relacionados con grupos armados. Decenas de millones de niños trabajan para ayudar a sus familias a saldar sus deudas; 200 mil pequeños trabajan en minas y canteras de oro, 132 millones de menores trabajan como esclavos en campos de cultivo. Las cifras no dejan lugar a dudas: es urgente imponer medidas y establecer compromisos reales. Satyarthi es conciso: “Ni la caridad ni la beneficencia” son efectivas en este terreno.

Debe abolirse el trabajo infantil que impida la formación y el crecimiento normal de un niño. Cuando los más pequeños abandonan la escuela para ocupar un puesto de trabajo, se cierran sus puertas hacia un futuro mejor. Sin educación, la pobreza se convierte en un círculo vicioso donde no hay lugar a la esperanza. Así, incluir la esclavitud infantil en las políticas globales contra la pobreza es indispensable, afirma la ONG.

“Todos son nuestros niños. Todos son nuestros niños”, enfatiza con indignación el activista indio. Nada entonces justifica la indiferencia de los organismos internacionales y la ignorancia de una sociedad poco o nada sensible frente a este panorama. “200 años después de abolir la esclavitud, tenemos la obligación de reflejar la inhumanidad de esta forma de opresión y tiranía”, concluye el informe. Una obligación que comienza por aceptar nuestra contribución a esta realidad como consumidores. El documento “Captured by cotton” (Atrapadas en el algodón), realizado por el Centre for Research on Multinational Corporations, una ONG holandesa que investiga a las grandes multinacionales, junto al Indian Comittee of Netherlands, revela que grandes marcas como Tommy Hilfiger, Timberland, H&M, Marks&Spencer, Diesel, Gap, C&A, El Corte Inglés, Inditex o Cortefiel emplean en sus fábricas indias a cientos de menores por sueldos de miseria. Prohibir sus productos, rechazar y condenar públicamente estas prácticas, podría ser el principio de un gran cambio.

“La esclavitud infantil no es una tragedia inevitable”, remarca Save the Children. Sin embargo, dado la complejidad y el oscurantismo que planea sobre este problema, es necesario buscar una estrategia que implique e integre a todos los sectores de la sociedad. Condenar el trabajo infantil, en condiciones de explotación y esclavitud, como un atentado contra los derechos humanos; aumentar los fondos destinados a proteger a los menores; crear programas de rehabilitación y recuperación para los pequeños que han sido víctimas de abusos; establecer créditos locales que permitan a los niños en el seno de familias con menos recursos, ir al colegio, son algunas de las propuestas de la ONG para abolir la esclavitud y la explotación de menores. Pero lo primordial e indispensable es presionar a los políticos para que conviertan la abolición de la esclavitud infantil en una prioridad en sus agendas. Mientras cierren los ojos, mientras traten de ignorar y olvidar la existencia de millones de niños y niñas que trabajan en condiciones deplorables por sueldos de miseria, nada cambiará. Satyarthi llama a “globalizar la compasión” para afrontar la esclavitud infantil. Quizá no se trate de compasión, sino de justicia y de igualdad. De humanidad al fin y al cabo.

Artículo anteriorTriunfo en el Estado de Carolina del Sur
Artículo siguienteJorge Ortega viaja con ingenieros militares