Juan de Dios Rojas

Durante mis años de la infancia, recién contendieron para la Presidencia de nuestro país los generales Jorge Ubico y Lázaro Chacón, en medio de la batalla del caso y sus secuelas de enemistad posteriores. Por lo mismo, solía escuchar sin tapujos de mis familiares, no fanáticos una expresión reflejo de experiencia acerca de: presidente ha de haber y que cada quien trabaje para comer.

Viene muy a propósito de tantos desmanes, trinquetes y corrupción imperantes como tema central obligado, debido por el exceso publicitario, capaz de originar intranquilidad, desasosiego y molestias entre el colectivo, en posición de simples y no comprometidos ciudadanos, no al margen, pero eso sí, ajenos a complementar por supuesto el conocido sainete de los presidenciables.

La política, que yo le adjudico el calificativo de cimarrona, desde años atrás no limita su oferta a los viejos espejitos, patente, además, en la historia que sirvieron de atractivo a generaciones de remotos antepasados. Hoy los votantes inclusive condicionan su voto. Razón que obliga a agrandar su intención clientelar en mayor cuantía y motivos utilitarios diversos.

Reciben el apelativo de ayuda social diversa en modalidades surtidas, son un abanico visualizado, a juicio de analistas, sociólogos y meros observadores del momento con el agregado de un enredo de antejuicios e inmunidad, aquí y allá, al ritmo acelerado del tiempo veloz, sin embargo, quedan a la espera y aguarda la comisión de primer orden que los designó de verdad.

Un conocido maestro de la vieja guardia, al calor de excesivas muestras del dios Baco, a menudo y en tal condición expresaba en términos de su bagaje de remembranzas de fuerte empuñadura decía: «La política para los políticos, la mujer a ratos y el trago a cualquier hora». Extraña filosofía tuvo siempre. En su estado normal fue maestro de generaciones, orador y alcalde.

Hay explotación imposible negar de ciudadanos sencillos, que adquieren compromisos a cambio de enrolarse en el partido gamonal que les dota a mujeres y hombres, asistentes a multitud de concentraciones o simplemente mítines. Su presencia cuenta en términos cuantitativos, componentes de las codiciadas y significativas posiciones a la cabeza, según la óptica del caso.

Resulta un hecho palpable, imposible negar, que la población apta para ejercer el sufragio indica cifras cuantiosas, de acuerdo a datos que obran en poder del Tribunal Electoral. Entidad que reclama mayor presupuesto. Acción repetitiva a menudo y a lo largo del tiempo. Empero, finanzas anda tras del “poderoso caballero es don dinero” tomémoslo muy en cuenta, de verdad.

Termino volviendo a la carga con el propio titular de la presente nota periodística, en el sentido que la realidad aconseja moderación antes de solamente hacer cuerpo en los aludidos mítines políticos, orientados a elevar los bonos de tantos binomios presidenciables en juego. Y que cada quien trabaje para comer; eso en realidad no es mero cuento, óigalo bien.

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