Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt

Claro que ella se merece nuestro reconocimiento. No me cabe la menor duda. Desde mi perspectiva, es innegable que se lo ganó a pulso y voy a explicar porqué, pero antes quiero aclarar que estoy en pleno uso de mis facultades mentales mientras escribo esta columna, y que antes de pensar que debo ser declarado como interdicto, usted debe leer el texto completo.

No tenemos que estar agradecidos con Roxana Baldetti, nuestra flamante exvicepresidenta, pero creo que sí tenemos que reconocer que su gestión dejó un legado invaluable en la sociedad guatemalteca, que se resume en el hartazgo ciudadano hacia la corrupción, que motivó a muchos a pasar de la indiferencia a la acción.

Baldetti consiguió «rebalsar el vaso» -esto no es campaña- a través de escándalos que no podían pasar desapercibidos, ya sea por su alto impacto, o bien porque la mediática exfuncionaria siempre soltaba coloridas frases que permanecerán por mucho tiempo en nuestras memorias.

En Guatemala es difícil que izquierdas y derechas coincidan en sus posturas, así como campesinos indígenas y empresarios, o los conservadores y los «progresistas», pero la exvicepresidenta hizo que diversos grupos ampliaran su visión de corto alcance, y entendieran que la corrupción nos castiga a todos desde diferentes perspectivas.

¿Y por qué insisto tanto en esta exfuncionaria? Analizando en retrospectiva, creo que otro vicepresidente, uno convencional, habría sabido mantener las aguas en calma a favor del status quo, encubriendo la corrupción histórica que nos tiene en el subdesarrollo.

La presunta que queda en el aire es: ¿Qué vamos a hacer con el legado de Baldetti? No me preocupa que cada sábado haya menos gente manifestando frente al Palacio Nacional, sino que nos olvidemos que tenemos que contribuir para impulsar una reforma profunda en el Estado.

Y más preocupante es que confiemos a los diputados las reformas al sistema político y de justicia, ese que los ha beneficiado durante décadas y que difícilmente podrían cambiar debido a un evidente conflicto de intereses.

Sí, esos mismos que se han beneficiado de la corrupción, el clientelismo, el nepotismo y el tráfico de influencias, ahora tienen que cambiar las reglas de su propio juego. Es irónico, ¿no es cierto? Pues es una de las situaciones que se veían venir desde hace algunos meses.

Estamos en el momento crucial en que debemos decidir si nos vamos a conformar con las reformas cosméticas a las leyes o si vamos a dirigir la presión al Congreso para que se comprometan a plantear una reforma real.

Al momento de tomar una decisión sobre el camino a seguir, recordemos a Baldetti. La mediática política que siempre nos recordaba que después de un escándalo fuerte, puede venir otro peor. Ella, la que nos hizo entender que todos tenemos un límite y al alcanzarlo solo queda tomar medidas radicales.

Esta columna de opinión está dedicada a Baldetti, pero hago la salvedad que ella era solo una actora del sistema. Ahí todavía están los dinosaurios que roban a manos llenas y en silencio, esos que no nos dejarán un legado, pero no tenemos que esperar a que protagonicen un escándalo para pedir su renuncia.

Tomemos una decisión que nos ayude a cambiar el país. Sí que podemos.

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