Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Para mantener el sistema de corrupción es requisito indispensable garantizar de manera absoluta la impunidad que asegure la derrota de cualquier lucha legal que se pretenda para intentar los cambios que el país necesita. La rebelión de la minoría en la Corte de Constitucionalidad, representada por los magistrados Porras y Chacón, posible gracias al descuido de la magistrada Araujo que antepuso sus asuntos personales, hizo temblar a la gente del sistema y por ello la sesión del Congreso ayer, convocada para elegir al sustituto de Hichos en la Pesquisidora y para conocer de la revocatoria del Amparo que se había otorgado a Karen Fischer, fue aprovechada por la coalición Lider-Patriotas para elegir al sustituto de Alejandro Maldonado Aguirre.

El nuevo magistrado, Manuel Reginaldo Duarte, cae en la categoría que el doctor Jorge Mario García Laguardia señaló como personas que no deberían de integrar el tribunal constitucional a donde debieran llegar los más calificados juristas del foro. Pero llega con la consigna de que aunque enferme, llueva, truene o relampaguee, deberá integrar el pleno para no permitir nunca que la Presidenta de la Corte convoque a alguno de los suplentes que se han rebelado contra el sistema. Llega con el encargo de votar pronta, fiel y cumplidamente junto a Molina Barreto y Pérez Aguilera, los dos celosos guardianes del muro de la impunidad.

La jugada es, definitivamente, un revés para el movimiento ciudadano que clama por reformas porque se puede anticipar que todo lo que huela a depuración del sistema será frenado por los magistrados que el sistema tiene allí precisamente para apuntalarlo. Aunque sea en camilla, cualquiera de los tres que ahora conforman la mayoría asistirán a las sesiones del pleno y con la consigna no oculta, sino aceptada de manera descarada por Molina Barreto, de defender al sistema bajo el eufemismo de que se está defendiendo la institucionalidad que no es más que la camisa de fuerza que se ha encontrado para atrapar a la sociedad y evitarle cualquier movimiento que en realidad pueda comprometer la existencia del modelo de corrupción e impunidad que se llegó a institucionalizar de manera absoluta.

Podría pensarse que el sistema terminó ganando la partida, pero por sólido que parezca el muro de la impunidad hay que recordar que aún muros tan cimentados y protegidos como el que se construyó en Berlín terminaron cediendo ante la presión de una ciudadanía firme en el reclamo de sus derechos. Vuelvo a repetir que era infantil suponer que el muro de la impunidad iba a desplomarse con un par de soplidos. Por el contrario, tal y como está pasando, el sistema hará todo lo que pueda para recomponerse y preservar esos privilegios que se reparten entre quienes no sólo lo protegen, sino lo usufructúan.

Hace algunos días publiqué un artículo del licenciado Mario Álvarez sobre los clavos de la sepultura de la CC. Lo de ayer abona esa tesis. Y peor si Gloria Porras y Mauro Chacón renuncian denunciando el contubernio y la forma en que se maneja la Corte, donde ya no hay la menor esperanza de resoluciones jurídicas y no políticas.

Artículo anteriorUna alianza, un mismo interés
Artículo siguienteViendo la tempestad