Pedro Pablo Marroquín Pérez
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Lo que sucede en Guatemala se puede comparar con aquellas grandes batallas del boxeo en el que se enfrentan el boxeador de siempre, de mil batallas, mañoso y corrupto contra el menos favorito, con menos experiencia, quien a pesar de su potencial ha sido dejado, indiferente al punto de no alcanzar la plena forma.

Durante la pelea, al menos experimentado pero con un potencial enorme, le entra un aire con remolino y le mete un derechazo que hace tambalear al poderoso; el inexperto, se va confiando y en lugar de acabarlo, permite que el viejo experimentado agarre fuerzas logrando que pasen los rounds, ganando tiempo, fortaleciéndose para hacer valer al final su experiencia y mañosería, y así, terminar ganando la pelea.

Y justamente eso creo que es lo que nos está ocurriendo como país. Al sistema, a ese sistema podrido y corrupto que tiene a sus mejores representantes en el Congreso y los diputados, en el Ejecutivo y sus autoridades, en el Judicial y sus jueces, en las municipalidades, en la Contraloría de Cuentas, en la Corte de Constitucionalidad, en el Tribunal Supremo Electoral, en los partidos Políticos y en el Ejército, entre otros, se le metió un par de sopapos que les hizo tambalear, pero no fueron suficientes para generar un cambio en el sistema.

A la ciudadanía, los “débiles” e indiferentes pero con un potencial único si así lo decidieran, la tiene más preocupada la renuncia de Otto Pérez pero no ha reparado que en estos momentos, el Presidente ni huele ni hiede. Pudo haber tenido una salida pero no quiso denunciar el sistema, y el 14 a las 14, seguramente tendrá que empezar a rendir cuentas por lo que hizo o dejó hacer en su gobierno.

Esa ciudadanía, clave para los cambios que el país requiere, ni se inmutó con los escándalos en el Congreso. Para los manifestantes, especialmente de los sábados, el Congreso de la República no existe a pesar de que éste tiene la llave o la traba (como ha sido hasta el día de hoy) para pensar en un nuevo sistema. Los diputados son el mejor guardián y la mejor garantía que tiene un sistema corrupto que funciona más afinado que un reloj suizo y automático.

Los diputados no han sentido la presión de un pueblo que pide con vehemencia la renuncia de Pérez pero con diferente tono los cambios al sistema. Y el tiempo pasa y cada día, cada segundo que transcurre, como en el boxeo, permite que el grandote mafioso y corrupto se fortalezca y no hay peor derrota que aquella que se sufre después de que el camino de la victoria o en este caso, del cambio, fue posible y visualizable.

Ayer le decía a un amigo que al final de las quinientas, nada terminará pasando y aquí los mafiosos aprenderán la lección y serán más cuidadosos. Serán más celosos para que una vez alcanzado el poder, nada ni nadie se los quite. Nos pasará una factura enorme el haber dejado que el grandote creciera tanto y esto gracias a la indiferencia pero sobretodo, a la desconfianza que nos generamos porque al final del día, este despertar ciudadano dio cabida para que algunos mafiosos que han sido parte del sistema como políticos, miembros del sector privado, académico y hasta mafiosos miembros de la prensa, lavaran cara diciendo que desean cambios cuando ha sido justamente este sistema el que los tiene donde los tiene.

Pero no hay mal que dure cien años ni pueblo que lo aguante, solo que el reventón, cuando ocurra, será de proporciones inimaginables pero será el precio que habremos de pagar por no haber tenido el valor y la entereza de enfrentar al gigante y acabarlo cuando se tuvo la oportunidad.

 

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