Juan de Dios Rojas

En algunos sectores del Cementerio General fenómenos naturales causaron deslaves, inundaciones y severos socavamientos, que en suma conformaron verdaderas tragedias de incalculables problemas morales, sobre todo, económicos en gran medida. Familiares de los enterrados viven momentos tremendos al no poder resolver de momento una conveniente solución lo antes posible.

A propósito la necrópolis metropolitana durante largos años de su existencia y funcionamiento, el mismo ha sido también víctima de despojos por parte de sujetos de mala catadura y entraña. Cuya finalidad antisocial como repudiable pretende y lleva a cabo profanar mausoleos, donde los despojos consisten en el robo de joyas de plata y oro bajo la nocturnidad de un todo.

Entendemos que la personalidad que obliga a cada miembro de seguridad destacado; aunque también sabemos que al final resultan insuficiente. Mayormente ahora que la violencia, delincuencia e impunidad forman en total el factor en la ayuda silenciosa que sostiene tales agravantes, siempre reprochados por afectados, familiares y el colectivo en general que exigen su castigo.

Informaciones de medios con la valiosa cooperación del modernismo dieron de inmediato el aviso instantáneo a donde corresponde y a quienes más directamente atañe esa tragedia. Tomaron como punto de partida el monumento del expresidente don Miguel García Granados pues su instalación al final de la calle central del Cementerio, un barranco cercano, inclusive las proximidades del basurero municipal de la zona 3, cuyo fenómeno agudiza lo maloliente.

Los afanes sin pérdida de tiempo de parientes de los mausoleos afectados en extremo, sacando fuerzas de flaqueza y ante el dolor consabido, con autorización extrajeron al menos los ataúdes, lápidas respectivas lograron dejarlos más identificables y medio protegidos, si las lluvias torrenciales persisten, tomando en consideración ser la temporada invernal, avanza que avanza.

Como quiera que sea, en las posibilidades de familias duramente dañadas dieron el primer paso. Es de esperar que las autoridades del caso, Salud P{ublica a la cabeza, y a lo mejor la Municipalidad capitalina y también Conred añadan, sin mucho trámite (pérdida de tiempo), su cooperación; a lo mejor el Inguat ponga su cuota lo más antes lo reclama el caso fuera de lo común.

Reitero, una vez más, el título del presente artículo: Ni la paz de los sepulcros respetan las fuertes lluvias intensas a lo sumo, llevándose, inclusive, otras cosas valiosas, viviendas humildes pero con el hábitat de su propiedad. También ropa, víveres en el «puchero», animales caseros y gente que no pudo salir a tiempo del vendaval tremendo y destructor.

En el mayor de los casos se pone de manifiesto la cooperación y ayuda mutua que conforma siempre el lado bueno de la gente dispuesta a no quedarse al margen de esos instantes grabados, el resto de la existencia, tal el caso de los sobrevivientes del fatídico terremoto del 4 de febrero de 1976. «Hoy por ti, mañana por mí» reza una enseñanza clara y persistente.

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