El escenario nacional apunta a la consolidación de los poderes políticos y fácticos, lo que significa que no sólo iremos a elecciones tal y como se había previsto, sino que surgirá de ellas un próximo gobierno que por cuatro años más podrá gozar de los beneficios de un sistema creado para alentar la impunidad, la corrupción y la inseguridad de los ciudadanos. La comunidad internacional se ha pronunciado por privilegiar la “institucionalidad”, no obstante las pruebas fehacientes de que el orden constitucional fue prostituido por los actores políticos y sus socios en el sector privado que han hecho del ejercicio del poder el instrumento para el saqueo del Estado.

Ni qué decir de la Corte de Constitucionalidad en donde la influencia del actual Vicepresidente no ha dejado de ser importante y, por supuesto, estará presta a defender a capa y espada un sistema en el que ya nos han dado ellos mismos abundantes muestras de los fines que persiguen y los intereses a los que sirven.

En Brasil cayeron los que hicieron el negocio de la carretera con Sinibaldi y que anotaron en un “papelito shuco” las cifras que en algún momento erogaron, pero en Guatemala seguimos esperando que los usuarios de “La Línea” aparezcan antes de que hagan humo todas las pruebas y permitimos que los que se enriquecieron con las concesiones y contratos otorgados por funcionarios corruptos, sigan como si tal cosa.

Triste sino el de nuestra patria porque cuando todos los astros se alinean para marcar la ruta de la reforma del Estado, de la transformación profunda, resulta que el orden constitucional, ese mismo que ha sido consistentemente pisoteado por sucesivos gobiernos, se convierte en el parapeto principal de las fuerzas del mal. Un orden constitucional que garantiza que por cuatro años más siga la feria, siga el saqueo, siga operando un sistema diseñado y hecho para alentar el latrocinio y el saqueo del país.

Las cacareadas reformas a la Ley Electoral son apenas un parche poroso para un sistema podrido hasta su raíz que amerita una transformación que los magistrados del TSE ni siquiera atisban, no digamos elaboran. Seguirá la reelección de diputados y si acaso hay una constituyente será integrada con representantes de los mismos partidos políticos que, por supuesto, harán más férreo su control del sistema y le harán ajustes para poder robar más.

La realidad del país se desnudó con el escándalo Baldetti que nos demostró cuán bajo habíamos caído. Pero las fuerzas del mal son tenaces, persistentes y aguerridas y no se van a apartar así por así.

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