Manuela Duque Cano
Periodista

Tratar enfermedades como la neumonía, la tuberculosis o la gonorrea ha dejado de ser un tema seguro para volver a tiempos antiguos donde las bacterias constituían un riesgo de muerte. El problema ahora no es la falta de medicamentos, sino la resistencia que el cuerpo humano ha creado contra los antibióticos por su mal uso.

Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que la resistencia a los antibióticos mata a más de 700 mil personas al año y podría causar hasta 10 millones de muertes si no se toman medidas. Este fenómeno de envergadura global es ocasionado por no completar el tratamiento o por tomar antibióticos cuando no son necesarios.

La resistencia a los antimicrobianos es un fenómeno natural por el cual microorganismos como las bacterias, los hongos o los virus, se vuelven inmunes al efecto de los medicamentos que deberían destruirlos. Con el paso del tiempo y al ser transmitido generación tras generación, el microorganismo portador del gen de la resistencia se vuelve cada vez más dominante hasta que el medicamento deja de ser eficaz. Las bacterias han evolucionado y dificultado su tratamiento, por lo que cada vez es más difícil combatirlo.

Es así como la tuberculosis multiresistente que afectó a 630 mil personas en el 2011, estaba constituida en un 20% por casos tratados con anterioridad. De igual forma, un alto porcentaje de infecciones hospitalarias se debe a bacterias muy resistentes a los tratamientos establecidos, o la gripe que es otro de los virus que ha desarrollado resistencias a los fármacos antivíricos por su carácter evolutivo.

Desde la Organización Mundial de la Salud afirman que, además de la responsabilidad que podamos tener los consumidores, existen factores subyacentes que favorecen la aparición y la propagación de la resistencia. Entre estos, destacan la falta de una respuesta integral y coordinada, sistemas deficientes o inexistentes para la vigilancia y el seguimiento de la resistencia a los antimicrobianos o sistemas inadecuados para asegurar la calidad y el suministro ininterrumpido de medicamentos.

Otro de los grandes elementos que afecta este problema es la falta de estudios sobre el tema. Las farmacéuticas han suspendido su investigación en antibióticos debido al gran coste que supone y la poca certeza de obtener ganancias. Lo que ha conducido a que este año se cumplan 30 desde la última introducción en el mundo de un antibiótico. No solo retrocedemos en cuanto a los avances conseguidos, sino que, además, no tenemos medidas para contrarrestar las nuevas necesidades.

Ante el problema para la salud pública que esto acarrea, el médico Stephen Buhner autor del libro «Antibióticos herbales, alternativas para tratar las bacterias resistentes», afirma que los antibióticos naturales son muy efectivos ya que a diferencia de los químicos, presentan más de una sustancia activa.

Entre las bondades que nos brinda la naturaleza, el aceite de eucalipto por ejemplo, es rico en Cineol, una sustancia con propiedades antibióticas y antivirales que resulta efectivo en el tratamiento de infecciones de las vías respiratorias. La miel contiene una proteína llamada Defensina que combate bacterias, hongos y virus y que ayuda a las infecciones de garganta o en la piel. De igual forma, el jengibre es rico en Gingerol, sustancia que tiene poderosos efectos antibacteriales y antimicóticos, y que, además, fortalece el sistema inmune. Como estos, existen multitud de remedios naturales que se presentan como alternativa antes los tratamientos sintéticos. Los antibióticos naturales no irritan ni estimulan de manera artificial al organismo y, además, lo ayudan a equilibrarse, al respetar los tiempos de curación. A veces parece que olvidáramos que la naturaleza es sabia y que somos nosotros los que tenemos que aprender de ella.

Cada vez que una persona toma un antibiótico aumenta las posibilidades de que las bacterias que están en su cuerpo logren resistir sus efectos. Su consumo creció un 36% entre el 2000 y el 2010 y se estima que un 50 % son adquiridos sin prescripción médica.

Si no paramos el uso desenfrenado de estos medicamentos, las consecuencias futuras pueden ser letales. El milagro de la medicina que un día logró salvar tantas vidas, hoy amenaza la salud pública y reta a los científicos a adaptarse a sus exigencias.

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