Eduardo Villatoro

Respeto la voluntad de quienes defienden ardorosamente esta mascarada de democracia dizque representativa y una institucionalidad que no alcanzo a divisar; pero me aburren con sus estereotipados razonamientos que se basan en acatamiento de cláusulas, tiempos y ciclos constitucionales, arguyendo la vigencia y fidelidad a una ley matriz que ha sido pisoteada por la casta política que sus gratuitos paladines mediáticos no desean comprender.
Algunos de estos guardianes del orden, la paz y la tranquilidad pública como que no han vivido en el país durante las últimas décadas ni se han percatado de que los políticos que alcanzaron el poder hace cerca de cuatro años, como sus antecesores, han violado artera y constantemente numerosas normas de la Constitución, comenzando con su rapacidad para enriquecerse ilícitamente, en acciones de apetitosa corrupción en todos los renglones de la administración pública, iniciándose desde la cúspide de los Organismos del Estado y que incluye –por supuesto- a la dichosa señora Baldetti y su compañero de fórmula, así como a los nobles y caritativos diputados que se afanan en sacrificarse por medio de la reelección.

Otros de los defensores oficiosos de esta partida de zánganos insisten en afirmar que los que hemos dispuesto anular las papeletas de votos y que demandamos que se aplacen las elecciones somos comunistas, anarquistas o guerrilleros, y proceden con la misma mentalidad de políticos incapaces de sospechar que la llamada Guerra Fría se enfrío desde hace muchos años, porque persisten en alzar caducas banderas del anticomunismo.
Los ejemplos abundan; pero me voy a referir a dos casos que se me antojan hasta graciosos, si no fuera porque sus exponentes son políticos ávidos de seguir cosechando ganancias deshonestas y burlándose de sus potenciales electores. El diputado Manuel Barquín, en su angustiosa ansiedad de defender a su paisano presidenciable Manuel Baldizón no tiene empacho alguno en mostrar ante las cámaras de televisión y reporteros gráficos de medios impresos una vieja fotografía en la que aparece la también aspirante presidencial Sandra Torres ataviada con vestuario de combate de la insurgencia, con el propósito de descalificarla.
A la vera de varias arterias capitalinas se ubican fotografías de un coronel, general o mayor –que para el caso no hay diferencia alguna- engalanado con su florido uniforme en el que relucen condecoraciones obtenidas en ignorados combates contra filibusteros marxistas. Al pie de tan deslumbrante retrato se lee esta ingeniosa frase: Diga no al socialismo.
Después de soltar sonora carcajada me dediqué a recordar el listado de ilustres candidatos presidenciales para establecer quién o quiénes ostentan la ideología marxista-leninista, porque para el aludido militar socialismo es sinónimo de comunismo; pero ni Jimmy Morales es portaestandarte del castrismo, menos el señor Juan Gutiérrez es producto de la izquierda radical. Quizá se refiera al presidenciable Lizardo Sosa, el ahijado de Portillo.
¡Y con tales burdos “argumentos” aspiran que uno acuda a votar!
(El falangista Romualdo Tishudo dice con sorna: El candidato de Todos nació en Río Hondo, pero abrió su cuenta monetaria en Banrural, para crecer un poco).

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