Oscar Clemente Marroquín
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Hoy se publica una columna de mi hijo Pedro Pablo que me parece digna de reflexión, puesto que nos señala su preocupación sobre un escenario que es más que probable dadas las circunstancias y la forma en que los poderes fácticos se pueden reacomodar para preservar sus privilegios, mediante acuerdos que hagan parecer que hubo cambios, cuando en realidad la intención es que básicamente nada cambie en lo fundamental y que, si acaso, todo cambio sea para ampliar su capacidad de maniobra.

Pedro compara la situación actual de Guatemala con la que se vivió cuando quedó en evidencia el control que el reo Byron Lima ejercía sobre todo el sistema carcelario y la situación existente ahora en ese campo de la administración pública donde persiste la pérdida de control por parte de las autoridades porque la estructura completa del sistema está al servicio de quienes desde adentro ejercen el verdadero poder y mantienen funcionando a la perfección su propio método.

De poco sirvió que se destapara la realidad y se iniciaran los procesos penales correspondientes, por cierto entorpecidos por infinidad de recursos y entretenidos por jueces complacientes que saben la importancia de tomarse con paciencia esos casos delicados.

Ya en el Caso La Línea vamos viendo que los tribunales no permitieron que se ampliara el plazo para la investigación y eso aumenta la presión sobre el Ministerio Público y la CICIG. Iremos viendo que poco a poco los jueces van perdiendo el miedo que les causó la presión ciudadana y empezarán a responder a sus verdaderos intereses que están íntimamente vinculados con los de la impunidad.

Pero sobre todo veremos que la clase política mostrará su piel más dura para resistir a la presión ciudadana en el clamor por cambios y que su apuesta de que por cansancio de la gente en la calle van a ganar la partida, es la estrategia que seguirán para mantener las cosas sin cambio alguno.

Por ello es tan importante la reflexión que hace Pedro Pablo Marroquín respecto a que así como en presidios, si no se cambia el modelo sino únicamente se cambia al director, todo va a seguir exactamente igual porque debemos entender que es un tema estructural y no de personas. Algunos piensan que todo lo resolvemos saliendo de una partida de largos alcanzados por el escándalo, pero la verdad es que cuesta pensar qué es peor, si estos voraces sinvergüenzas o los que se solaparon en su condición social de hombres de negocio, pero realizaron maniobras muchísimo más lucrativas, como la venta de rentables empresas públicas

Yo creo que lo fundamental es que nos pongamos de acuerdo en el diagnóstico de la situación. Que no quede la menor duda de que el problema es profundo porque alcanza a todas las instituciones y todas las estructuras del ejercicio de la función pública. Si no entendemos eso, el riesgo de que se pueda dar un acto de gatopardismo, con unos pocos cambios para que nada cambie, es enorme.

En cambio, convencidos de la inmensa dimensión de la corrupción y la impunidad, sabremos que la tarea que se nos viene es larga, dura y demandante, pero que vale la pena recorrer ese difícil camino.

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