Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Esta semana publicamos, tanto en La Hora como en La Hora Departamental, un reportaje realmente revelador porque todos sabíamos lo que significa el aporte de nuestros migrantes al país, pero al menos yo nunca supuse que lo que envían en remesas era el doble del ingreso que representan nuestros tres principales productos de exportación.

En términos comparativos, los US$4 mil 649.7 millones que representan las remesas familiares que envían los migrantes a Guatemala (de enero a octubre del 2014) superan en más del 100% el volumen de divisas que ingresan al país por los tres productos de exportación más importantes (vestimenta, azúcar y café), a los que se les atribuyen US$2 mil 281.7 millones.

Se estima que en Estados Unidos viven alrededor de 1.5 millones de indocumentados guatemaltecos y de enero al 7 de noviembre del año en curso han sido deportados más de 46 mil connacionales, aún así las remesas han aumentado.

Si de algo nos hemos vanagloriado es de que a pesar de que somos un país con su mayoría de gente pobre, tenemos una economía “sólida” pero claro está que la nuestra sigue siendo una sociedad de consumo que no ha “reventado” porque seguimos teniendo un consumismo producto del esfuerzo de nuestros migrantes.

El envío de remesas si bien ha ayudado a mucha gente, nos ha hecho que social y políticamente nos relajemos porque eso permite esconder un poco la pobreza de nuestra gente. Al ver que los beneficiarios de esas remesas que se consiguen con sangre, sudor y muchas lágrimas, tienen la “capacidad” de adquirir algunos bienes o servicios, inflamos y alentamos una burbuja económica que dista mucho de nuestra realidad.

Si algún día llega a pasar la reforma migratoria, que por supuesto no beneficiará a todos los migrantes, y a eso le sumamos algunas disposiciones como las de la Casa Blanca de permitir que los inmigrantes con situación regular reclamen a sus familiares, podrá desembocar en un menor envío de remesas y eso pondrá en peligro la burbuja.
Además, esta realidad viene a dejar sin argumentos a todos aquellos que de una u otra manera estiman que el pobre lo es por haragán. De todo hay en la viña del Señor y haraganes los hay por montones en todos los estratos, pero no necesariamente el pobre por fuerza debe serlo, como erróneamente piensan algunos.

Es una lástima que como país no seamos capaces de generar las suficientes oportunidades para evitar que esa gente haya tenido que migrar para encontrar futuro. Sin tan solo el Estado, en lugar de fabricar millonarios (tradicionales o emergentes) se diera a la tarea de mejorar nuestra infraestructura, de mejorar nuestras carreteras, de hacer un mega hospital por cada región del país, de renovar las escuelas, entre otras cosas, nuestros migrantes construirán aquí y no allá.

Si como país combatiéramos la impunidad que entre otras cosas nos permite ser corruptos, pudiéramos atraer más capitales serios que nos permitirían generar mejores fuentes de trabajo para los nuestros, motivando a las personas para que mediante su educación puedan aspirar a empleos que les ayuden a romper el círculo generacional de la pobreza.

Debemos invertir para poder formar jóvenes que el día de mañana sean la mano de obra calificada, científicos, ingenieros, médicos, financieros, economistas, abogados honrados, etc. sobre los que podamos atraer esos capitales y evitar que ellos sean los que manden el capital a base de mucho sufrimiento.

A veces yo me pregunto si en realidad lo que sucede con los migrantes no es lo mismo que con la impunidad, es decir, nos conviene que nuestra gente sea el principal producto de exportación e ingreso de divisas porque sin esos millones que han enviado al país durante décadas, ya hubiéramos tronado a sapo y el estallido social y económico hubiera ocurrido hace años.

Hay gente que equivocadamente cree que la impunidad le beneficia y estimo que el mismo error se comente con la migración. Tarde o temprano, vivir de esa artificialidad económica nos pasará una factura impagable.

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