Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El racismo existe en nuestra sociedad y está enraizado en los grupos dominantes que deciden todos los días sobre el rumbo del país y que se sienten superiores, pero el tema merece poca atención y menos debate porque preferimos vivir como si no fuéramos un país racista que discrimina desde tiempos de la colonia a la población indígena, no sólo irrespetando sus valores culturales, sino también tratando de destruirlos.

En algún correo un lector me pregunta por qué defendí a Banús y la respuesta es tajante; yo no defendí a Banús porque no comparto su obtusa visión del indígena y mucho menos su forma grosera de escribir esa columna. Posiblemente no me haya explicado bien la semana pasada, puesto que mi punto de vista es que la publicación de esa columna saca a luz la existencia de un profundo racismo en un sector importante de la sociedad y que debemos debatir el tema porque la única forma de ir rompiendo esas viejas visiones sobre el indígena es si hablamos y aceptamos la existencia de ese profundo criterio de superioridad que tienen algunos respecto a la población indígena.

La Hora ha sido un medio que se distingue por luchar por causas sociales y por clamar para que nuestro país se transforme básicamente en el tema de la inequidad existente y que tiene raíces estructurales que debemos cambiar. Jamás podríamos justificar una opinión como la que fue publicada por Martín Banús, porque no sólo es incorrecta desde el punto de vista de la más elemental lógica, sino porque, además, falta el respeto en forma abusiva a la población indígena que tiene enormes virtudes y suficiente sufrimiento por la forma en que la sociedad la ha tratado.

Yo personalmente formé parte del Tribunal de Conciencia contra el Racismo en Guatemala y no lo hubiera podido hacer si no fuera porque estoy profundamente convencido de que el mismo existe, y muy fuerte, en el país. No creo que haya otro medio que hubiera tenido que sufrir el cerco económico que se nos impuso a nosotros cuando en el caso de una prestigiosa intelectual señalamos que había sido objeto de discriminación al no permitirle entrar a un lugar público vistiendo traje indígena.

Mi punto en el pasado artículo simplemente era que creer que la de Banús es una opinión aislada significa ocultar la realidad de la actitud colectiva que tienen los sectores oligárquicos respecto a la población indígena. Por el contrario, como él piensan muchos, pero no lo escriben en los medios ni lo dicen en voz alta más que cuando hablan entre sí. Pero el racismo está allí, fuerte y haciendo daño todos los días porque es parte de la cultura de las clases dominantes que actúan como dueñas de Guatemala.

En cuanto al tema de la libre expresión, sigo pensando que si con Banús se me pide que ejerza censura, el día de mañana siempre habrá algún sector al que moleste un punto de vista y sentado el precedente de que sólo se puede publicar lo que el Director de un medio decida, se acabó la libertad de opinión. No me agrada ni me gustó el artículo de Banús, simplemente digo que ha puesto en el tapete el tema del racismo.

Artículo anteriorAl amparo de la libertad de opinar
Artículo siguienteMomento de importancia