Eduardo Villatoro

Asentada sobre una pequeña loma localizada en un amplio valle que, a su vez, se extiende entre las dilatadas planicies que se pierden en el horizonte del centro de Estados Unidos, se ubica la confortable y acogedora residencia de la familia Randy y Collen Regner, que durante alrededor de mes y medio prácticamente se convirtió en mi hogar.

Surge entre lagunas, colinas y bosques profusos de robles, cipreses, maples y otras especies de árboles que sirven de refugio a venados y ardillas que se atraviesan confiada y raudamente al paso de vehículos que serpentean entre un laberinto de carreteras ondulantes, dispersadas entre Dousman y otras comarcas cercanas a las ciudades de Oconomowoc, Delafield y Waukesha en el hermoso, tranquilo y hospitalario estado de Wisconsin, y a 50 kilómetros de Milwaukee.

Habíamos arribado a la casa de Randy y Collen el 18 septiembre con mi mujer, nuestra hija Marita y la Ximena, su chica, para participar en la boda de su hijo Carlos Eduardo, quien contrajo nupcias con la preciosa Rachel Regner, ceremonia realizada el sábado 17, en presencia de muchos adultos de los 2 mil 300 habitantes de Dousman, diseminados en 7 kilómetros cuadrados, así como la pareja guatemalteca de Florecita y Alejandro de la Peña, vecinos de nuestra colonia, y de Marco Vinicio, otro de nuestros hijos, quien vive en Houston con su inseparable esposa Aleida.

Cuando el miércoles 24 nos disponíamos a abordar el vehículo que nos trasladaría al aeropuerto, con el objeto de visitar a Juan Carlos y Tracy, nuestro primogénito y su mujer en Florida, Magnolia se tropezó en las gradas de la casa y su cabeza impactó en una pared, donde quedó inconsciente.

Inmediatamente fue trasladada al hospital Aurora Medical Center, a 20 o 25 minutos de distancia, en el que con premura impresionante fue atendida por médicos y enfermeras, tan solícitos como posteriormente se comportaron psicólogas, trabajadoras sociales, personal administrativo y terapeutas, como el comprensivo y afable Daniel J. Meyer, al igual que el inolvidable intérprete Tiago Flores, un joven brasileño administrador de empresas nacido en Porto Alegre, quien encontró su destino y vocación en la traducción verbal con énfasis en términos médicos, pero siempre yendo más allá de sus atribuciones.

No puedo mencionar los nombres de todos los médicos y enfermeras que atendieron a mi mujer, pero guardo especial recuerdo de Karina y Gina, y sobre todo un profundo agradecimiento al doctor Andrew Beykovsky, el elegante y experto neurocirujano que domina el español con modismos guatemaltecos, quien encabezó el equipo de especialistas que atendieron con esmero a Magnolia los 10 días que estuvo en coma y posteriormente en su recuperación, además de estar pendiente de mi salud durante más de 40 días que desde la mañana hasta el atardecer yo permanecía en el hospital, cuya administración absorbió todos los gastos en servicios y medicamentos que superaron con creces la cobertura del seguro médico.

Por supuesto que mi gratitud al Creador es inenarrable, como mis agradecimientos a la familia Reigner, fuera de que es imposible enumerar a cientos de amigos y compatriotas católicos y evangélicos, quienes elevaron sus plegaras a Dios, me llamaron telefónicamente, pero más a mis hijos, me escribieron correos y a nuestro retorno siguen pendientes de la recuperación de Magnolia, quien está siendo eficientemente atendida por médicos especialistas y enfermeras del hospital El Ceibal, del IGSS. Valoro la calidad de sus autoridades y personal médico, en torno a lo cual tendré oportunidad de referirme en otra ocasión.

(El agradecido Romualdo Tishudo no puede reprimirse para exclamar ¡Glorificado sea Dios!)

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