Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

La suspensión de servicios en la salud pública ahora la toman con tal naturalidad que las autoridades no pasan de explicar que no tienen suficientes recursos o que se tomarán las medidas necesarias para corregir las carencias o deficiencias con una parsimonia desesperante. ¿Qué creen, que hablan de cambiarle piezas a un vehículo automotor en un taller de reparación? Tristemente, los intereses creados y la politiquería imperante ha vuelto tremendamente insensibles e inhumanos a nuestros servidores públicos hasta olvidarse que los pacientes que no son atendidos debidamente en los hospitales o centros de salud pública, no tienen otra opción que regresar a su rancho o a su champa para encomendar su espíritu a Dios y acogerse a su santa voluntad.

Cuando escucho la frialdad con que habla el general Pérez Molina sobre el tema, me hago estas preguntas ¿qué haría él si tuviera que ir al frente de batalla con obsoletas armas de fuego y sin municiones suficientes para hacerle frente al enemigo? ¿Respondería de esa misma manera o elevaría la voz y el calor de sus alegatos para que se le proporcionen lo debido y así cumplir debidamente con la misión que le hayan encomendado? Similar impacto me causa cuando uno de tantos políticos anuncia que si el Congreso no aprueba otro endeudamiento más de tantos que se han autorizado, entonces no habrá dinero para pagar los sueldos y aguinaldos de los servidores públicos. ¿De qué habla este señor? ¿Será imposible reducir tanto gasto innecesario? ¿Saldrán afectados los de 20, 40 o 60 mil quetzales que perciben los encaramados al zapotal o solo la mayoría que percibe bajos salarios que forzosamente utilizan para pagar las medicinas o exámenes que el Estado no les proporciona o para afrontar el sinnúmero de gastos de los patojos por el nuevo ciclo escolar?

Hago constar que jamás he sentido ni la más mínima antipatía por las fuerzas militares, pero eso no me ha impedido ver que algunos de ellos han ido perdiendo la noción exacta de la realidad que viven los civiles en el país, posiblemente porque su paga siempre ha sido puntual; están sujetos a un bien definido escalafón o porque disfrutan de un cúmulo de prestaciones que ningún otro servidor público tiene, entre otras, un permanente apoyo económico y en especie o servicios médico hospitalarios, lo que les impide tomar rápidas y eficaces medidas para corregir con la inmediatez indispensable, incluso con drasticidad, tanta incapacidad, carencias y necesidades en cuanto a salud pública se refiere, de ahí que termine haciendo la siguiente pregunta: ¿Qué están esperando para actuar, acaso una reacción popular violenta que a la postre resulte irreparable?

Artículo anteriorPromesas poco probables
Artículo siguienteA propósito del tipo de cambio