Estuardo Galamero C.
ajustandovelas@gmail.com

Entre 1960 y 1970, Geert Hofstede, un psicólogo de IBM, recorrió el mundo e hizo una serie de entrevistas, cuyo objeto era determinar en las diversas sociedades, el nivel de individualismo de las personas, entendido éste: como la capacidad y responsabilidad que tienen las mismas para solucionar sus problemas, la manera de trabajar en equipo y su actitud ante la autoridad. El estudio arrojó resultados muy interesantes, los cuales al día de hoy se utilizan como herramientas en el área de la psicología intercultural.

El opuesto en la escala del individualismo es el colectivismo, concepto que describe a las personas con menos capacidad para resolver sus problemas por sí mismos, lidiar con la autoridad y trabajar en equipo. El país cuya sociedad se encontró en lo más alto del individualismo fue Estados Unidos de América, y lo que me llamó la atención de esta información, es que el último país en dicha escala era Guatemala, es decir, una sociedad eminentemente colectivista.

Otra de las dimensiones en el estudio de Hofstede es la evasión de la incertidumbre: ¿Hasta qué punto una cultura tolera la ambigüedad? En dicha escala, Guatemala ocupaba el 3er lugar (Este caso y con sus palabras, lo narra Malcolm Gladwell en su libro “Outliers”).

La incapacidad del guatemalteco promedio para enfrentar los retos y responsabilidades individuales y la tolerancia a la ambigüedad del gobernante, se pueden explicar con el paternalismo inculcado desde inicios del siglo pasado, del cual cada vez, se nutre mejor la élite política de turno. Territorialmente, Guatemala se divide en 22 departamentos y en lo social, por lo menos en 3 dimensiones: la Guatemala que está bien, la que está regular y la que está abandonada y bien jodida. Resalto lo anterior, pues sería injusto pretender que una población históricamente olvidada por el Estado y al margen de satisfacer las necesidades básicas pueda salir del colectivismo, si como nación no reconocemos la importancia de poner al alcance de todos, las oportunidades de desarrollo humano: trabajo, seguridad, salud, alimentación y educación.

La descomposición de las instituciones, el irrespeto a la ley y los abusos de autoridad que producen riquezas ilícitas, son un cáncer que se alimenta de las necesidades insatisfechas de los guatemaltecos, la ambigüedad de valores y el colectivismo de la sociedad.

Lamentablemente, muchas de las opciones que insisten en poner sobre la mesa los actores son absurdas: a) la mallugada iniciativa “4084” que la izquierda radical propone como reforma agraria moderna; b) el aumento de impuestos que exige buena parte de la comunidad internacional con apoyo de algunos genios tributarios que no entienden al mercado; c) la política agraria de un Estado cada vez más decadente en su credibilidad; d) la zona de conveniencia de varias personas que prefieren oponerse a las inversiones y al empleo, antes que proponer soluciones.

La combinación de las anteriores es alimento para el clientelismo de varias opciones políticas y de las que también se nutren los gobernantes una vez llegan al poder. Tengo la impresión que el colectivismo de los años 60´s y 70´s, lejos de haber disminuido, se ha incrementado en ciertos niveles de la población y es por ello que debemos salir de esta pasividad y permisividad en la que vivimos, esperando que aparezca el nuevo Chapulín Colorado que resuelva los problemas.

El proceso electoral está a la vuelta de la esquina. Algunos votarán por quien mejor les parezca y otros, por los menos malos. No debemos cansarnos de denunciar con nuestra voz y opinión todo acto de corrupción y tergiversación del proceso democrático. Así también, la población y los legítimos financistas de los partidos políticos, deben exigir a esas organizaciones: cordura en su actuar y en su decir, y especialmente, una depuración real de los actores que habiendo tenido la oportunidad, no solo no han hecho nada sino que se han enriquecido indebidamente.

Ya que al ver el caso de Venezuela entendemos fácilmente lo que no deseamos como sociedad, me pregunto: ¿Cuántos ejemplos más necesitamos los chapines, para darnos cuenta que vamos en la misma dirección de ese país?

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