Jorge Mario Andrino Grotewold
Por otro lado…
Entrega de Bolsas Seguras a determinados sectores para favorecer presumiblemente a un electorado futuro; esquelas repetitivas en periódicos; propaganda masiva para publicitar actividades (no logros) del gobierno; viajes innecesarios con comitivas grandes; pago de lobby político en países foráneos. Es difícil entender las prioridades del gobierno.
El Estado afronta una inminente crisis financiera, no por la falta de aprobación de los bonos, como se quiere hacer ver; tampoco en su totalidad, por la ausencia de recaudación tributaria (aunque esto claramente afecta); tampoco se da porque en Guatemala no se tiene una cultura de pagar impuestos (lo cual es cierto). Principalmente los problemas de la crisis financiera y que redundan en el aumento de los índices de subdesarrollo ya vigentes en el país, son por la gran corrupción que abunda en el Estado, y por la muy mala calidad del gasto público. Los elementos de corrupción son notorios y añejos, especialmente en aquellas instituciones en donde los flujos de capital se mueven grandemente, como las concesiones por construcciones, la venta de medicina, los aportes a las municipalidades, y las aduanas, entre otros. Sin embargo, al ser un flagelo inminente, penado por la ley y sujeto a un proceso de probar las acusaciones y las conductas inadecuadas, tanto del corruptor como del corrompido, este es un tema que requiere no sólo de leyes, sino de decisiones y acciones. Seguramente no será en este gobierno en donde se logre avanzar.
Pero una incidencia que agrava la situación precaria de las finanzas públicas, son las malas decisiones de los gobernantes, a todo nivel, desde los Concejos Municipales, hasta la propia Institución de la Presidencia, pasando por Ministerios, Secretarías Presidenciales y entidades descentralizadas. Esta situación es inaceptable para una población que no cuenta con los servicios básicos mínimos que se requieren para una vida con dignidad, y que especialmente está necesitada de una respuesta esperanzadora del Estado.
Menos es pensar que esta baja, pobre o mala administración del gasto del Estado pudiera alcanzar a encontrar factores para incentivar el empleo digno, o un sistema efectivo de protección de los derechos humanos, de generación moderna (desarrollo individual y colectivo), o quizá inclusive para invertir en oportunidades como el ambiente sano, el patrimonio cultural o el turismo, para hacer circulante el factor económico, sin necesidad de endeudamiento interno o externo, o bien de buscar capitales extranjeros que condicionen nuestros recursos naturales o humanos (explotación, trata y otras formas de esclavitud social e individual).
A nivel del Estado, cualquier mala decisión pesa en el destino de miles de guatemaltecos, que para bien o para mal, han confiado en la responsabilidad de los gobernantes, esperando que esa confianza sea devuelta con acciones lógicas, transparentes, coherentes, efectivas y sobre todo, técnicas, no políticas. Todo ello en función de una realidad económica-social de Guatemala, cuya población ve cada día como su país se desmorona, y pierde entre otras cosas, la esperanza y el consuelo del futuro.