Eduardo Villatoro

Un indicio de la parsimonia que envuelve en sus sueños a los impertérritos capitalinos de los diferentes estratos, es el resultado de una encuesta, que especula que si las elecciones generales hubiesen sido celebradas hace pocos días, la victoria estaría disputada por los precandidatos presidenciales Manuel Baldizón, propietario y abanderado de la organización Lider, y Alejandro Sinibaldi, el oficialista cabeza del Partido Patriota.

Que conste que eso de decir “precandidatos” es una soberana farsa que ni siquiera se la creen los diputados izquierdistas que votaron a favor de la frustrada ley Monsanto, porque los financistas aprobaron esas aspiraciones desde que se inició el actual gobierno, cuando el presidente Pérez no había acabado de recibir el caluroso abrazo de su amada esposa y el beso cachetón de los labios de la nueva millonaria surgida inesperadamente de la periferia.

Según los datos que usted ha de haber leído con ardor patrio su hermosa bandera, el insigne petenero que domina las huestes lidereanas marcha de primero en el alborotado gallinero electoral, de suerte que si las elecciones se realizaran durante los actuales rocambolescos días obtendría el 43% de los sudorosos o empapados guatemaltecos, según sea el clima que prevalezca en la fecha del desesperado evento; mientras que el fisiquín del pavimento quedaría en segunda posición con el nada despreciable 35%, dejando en un remoto tercer sitio a doña Sandrita de la bandera verde, verde, verde, con apenas un 21 por ciento.

Los resultados de la encuesta son susceptibles de variar conforme numerosos factores, pero el solo hecho que un elevado porcentaje de guatemaltecos ya esté dispuesto a pronunciar el nombre del pretendiente a suceder a don Otto en la miserable silla presidencial, mueve a pensar que la mayoría de nuestros tiernos, agasajados y voluntariosos compatriotas persisten en creer en empalagosos, porfiados y redundantes políticos que prometen que ahora va en serio el feliz destino de los ilusionados votantes y que durante los próximos cuatro años los hospitales no carecerán de medicamentos, que ya no habrá niños desnutridos porque morirán conjuntamente con sus padres, los maestros no suspenderán sus labores ni siquiera para el Día de la Zanahoria, que habrá más casas que gente y más ladrones que diputados.

(El holgazán ujier Romualdo Tishudo asegura que escuchó decir a un veterano político: -No le temo al terrorismo, porque he convivido con diputados durante tres períodos legislativos)

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